diumenge, de juny 04, 2006

No me puedo comprar unos Levi's en paz



Poco le sirvió a mi padre inculcarme El Capital, las lecturas de Arturo Jauretche, y que cada año para los cumpleaños cantáramos abrazados La Internacional. Yo es pasar por la tienda de Levi's y enmudecer. Lo primero por los precios, y después porque miro amargada en la vidriera los vaqueros de mis sueños y no, no puedo no puedo no puedo. Nunca podría.

Mi papá tenía varias obsesiones, entre ellas "Norteamérica". Cada vez que comenzaba a hablar de esto, hacía la aclaración: -"Hablo de Norteamérica, no del pueblo norteamericano". Queda claro entonces, cuando mi papá hablaba de norteamérica hablaba del país y no "del pueblo norteamericano". Por él supe varias de las cosas que había hecho ésta gente, sobre todo lo de la bomba atómica, la matanza de indios de general Custer y lo de Rusia (él siempre quizo ir a Rusia, o ser ruso, o tomar vodka sin que le estén encima como pasa con los rusos en Rusia, o al menos enamorar a una rusa, única nacionalidad que se le resistía a mi padre sobre todo porque las rusas, parece ser, son muy ortodoxas. Supongo que también le hubiera gustado hacer la revolución rusa, pero ese es otro tema).

La cuestión es que aborrecía a los Estados Unidos. Por él también supe que la frase "América para los americanos" era etimológicamente incorrecta porque América es TODA, la del Sur, la del Centro y la del Norte. De él escuché por primera vez la palabra Latinoamérica y la frase "América es toda una y no de los Norteamericanos". No me meto en camisa de once varas a hablarles lo que pensaba del bloqueo a Cuba porque entonces ya sí nos quedamos hasta las doce. Muchas más cosas escuché sobre el tema pero no quiero agobiarlos. Sobre todo porque no sé qué hago por éstos pagos cuando lo que yo quería era contar de mis angustias con los Levi's.

Digamos que yo, como todo adolescente normal en el mundo, quería tener un par de esos maravillosísimos pantalones que son tan lindos y quedan tan bien. Por diversas razones que no viene a cuento enumerar, ni mi hermano ni yo por aquel entonces estábamos en condiciones de pedir que nos compren nada, menos aún un par de pantalones, menos aún unos pantalones "de marca" (sea ésta la que fuere). Pero yo, que desde edades tempranas (horrorosamente tempranas) fuí muy apañada en esto del trabajar, tardé dos cumpleaños de vecinitos míos en hacerles obras de títeres y conseguir así el dinero para comprármelos. Fué así, como a los quince años, sola y mi alma, conseguí comparme los benditos Levi's.
En menos de los que canta un gallo estaba plantada en el salón de la casa de alguna de las mujeres de mi padre enseñándole mi compra magnífica. Orgullosísima estaba yo de haber trabajado y que me hayan pagado TANTO.

Al verme tan feliz y orgullosa, mi papá me miró horrorizado:

-¿Que hacés con eso puesto?

-¿Con qué..?

-Esos pantalones, son la quientaesencia del imperialismo.

-¿Perdón...?

-Estás representando lo más asqueroso de los colonizadores. Son vaqueros ¿sabés vos lo que son los vaqueros, no? Esos tipos que arrean vacas y que exterminaron a los indios Siux. Vos decidirás qué hacés con tu vida.

(Yo es que aquí ya me había quedado muda).

-Georgina, por favor, no pongas esa cara de mosquita muerta. Sabés perfectamente de lo que te estoy hablando.

-Estás enfermo papi, son unos simples jeans!!!

-Nada de "simples jeans". Nada es simple, y menos esos pantalones. Están confeccionados con "tela de jean", pero son unos "vaqueros". Hasta en eso son unos hijos de puta, se apropiaron de una palabra francesa para crear la bandera que enarbolarían y con la que dominarían el mundo.

(Por el nivel de delirio del comentario, hago aquí un punto y aparte para recordarles a los que no lo saben, que mi padre bebía. Sigo.)

-No entiendo qué hice mal con vos, no entiendo cómo una hija mía puede ponerse eso. Te falta el sombrero y las botas y te podés ir a presentar para hacer la publicidad de Malboro, a fotografiarte con los caballos al cañón del colorado. Es patético.

¿Qué puedo decirles...? Los años pasaron, muchos, muchos, muchos. Y cuando me acuerdo de esto me sigo quedando muda.
Como buena ex-psicoanalizada, vuelvo al inicio de la conversación y los hechos para intentar entenderlos:
Entonces recuerdo que él me dijo:

-¿Qué hacés con eso puesto..?

Estuvo claro desde el principio. No quería una hija que lo cuestionara, sólo quería que me quitara los pantalones.