diumenge, de desembre 17, 2006

Conocía su trabajo pero no sabía qué cara tenía. Meses después de escucharlo apareció su foto en la contraportada de un periódico. A pesar que no se lo distinguía bien, tuve una cierta impresión, una electricidad en el cuerpo, algo. Después me olvidé, inmediatamente.

Me enferma escuchar a la gente buscar, y según ellos encontrar, parecidos entre las celebridades y la gente de su entorno. ¿Has visto tal..? Pues es igual a equis,
-Es muy guapo, igual a Eme. Un estilo muy Hache, muy Zeta, muy lo que sea. Además de snob y estúpido, me parece irreal. NUNCA he conseguido ver parecidos entre, Miguel, por mencionarles a alguien y.....la estrella de Hollywood a la que se supone que se parece. No hay caso, por más que lo intento creo que cada persona es irreproducible, y que las cosas van mucho más allá de la similitud en lo físico. Será un limitación ocular, tara mía, será lo que será. Pero lo concreto es que nunca, ni en mi más tierna infancia, he conseguido encontrar estos supuestos parecidos.
Este año en París, mis limitaciones ya no oculares sino emocionales, me llevaron a pasar más tiempo delante del televisor que yendo a fiestas. Plena rentrèe, en cada uno de los programas aparecían escritores que promocionaban sus libros, directores de cine hablando de su película y....músicos presentando sus discos.
Mira quete mira, una noche aparece con sus dos ojos y sus muletas en el plató del programa más visto: él. Enmudecí. ¡¿Que qué?! ¿Qué hace él AHÍ? Les explico mínimo: Spike Jonze, por citarles un ejemplo, hubiera podido ir, o a ver.... miles. Ya sabemos que lo de alternativo es todo un truco, y que TODOS mueren por ir a la tele (lasventas, hoyendianosepuedesinella, notepuedescerrarlaspuertas, ETCETERA.) Pero...¿él?.
Fabien, el mejor slammer que existe y conocido como Grand Corps Malade (gran cuerpo enfermo, en francés), banlieusard de alta monta y, aún siendo blanco y de ojos azules, respetado a morir dentro del ambiente: es muy bueno actuando y es muy bueno escribiendo. Es muy bueno.

Sentada en la cama de mi rincón de la rue des petites champs, con un pedazo de pan en la mano y esperándola a ELLA, que no vendría, tuve de pronto un cachetazo. ¿Cuándo dóndequien quepasadónde ay averdóndequienes enquienpiensoquienmeacuerdo quien quienquienquien?

Él.

¿Dónde estás? ¿Por dónde andarás? Me escuché un “es él”: es IGUAL. La manera de mirar, de sonreír, de estar serio, la manera de hablar. Grand Corps Malade era igual a quien tengo perdido de vista después de haberlo amado tanto.
Después de haber estado al lado de su cama rezando para que no se muera.....besando sólo las sábanas porque el sólo contacto de una mano en la piel te hacía retorcer de dolor. Porque por primera vez la muerte no estaba cerca sino que estaba la muerte. Porque cómo un amor puede ser tanto amor y no ser el único. Porque teníamos quince años y nos hicimos viejos en dos meses. Porque me costaba volver a la habitación y hacer como que no era tan grave cuando en todo el hospital era la novia del chico que se moría. Porque no entendía nada y no sabía cómo. Porque sólo podía estar recostada a tu lado sin tocarte y llorar mientras intentaba adivinar si estabas muerto o dormido, y mentirte cuando me preguntabas si la habitación no olía a quien sabe qué cosa tremenda y extraña que tal vez era el olor de la muerte que no se decidía. Y estabas amarillo, y estabas feo, y estabas enfermo. Y fueron tus ojos, tan tan hermosos los únicos que sobrevivieron esos días. Aprendí entonces a entrar en la habitación y no mirar nada más sólo tus ojos, abandoné mis otros sentidos para no sufrir viendo como todo tu gran cuerpo enfermo extendido en la cama blanca estaba cada día más roto y más lejos.

Y al final todo pasó. Y pasó el tiempo.

Continuaste siendo un gran músico y, si no recuerdo mal, un año después sabías tocar todos los instrumentos. Y me seguiste escribiendo canciones, y composiciones de piano que grababas en cassettes y me mandabas por correo. El final de la historia lo tengo borroso, nos separamos después de un tiempo y nuestras vidas siguieron por caminos diferentes.

Pasaron años, él se casó y yo también, si nos cruzábamos por la calle nos saludábamos con una sonrisa, una vida amable de pequeña ciudad.
Una día dejamos el saludo de cortesía y fuimos a charlar a un bar: de nuestras vidas, del tiempo que pasaba, del cómo iba todo. Después de tres cafés, anécdotas varias y muchas risas empezamos a hablar de nosotros y del porqué habíamos roto, primero contó él, después conté yo..
Esa una tarde de otoño, en una mesa de un bar cualquiera. Creo que le rompí el corazón.

divendres, de desembre 08, 2006

La mesa



Tan poca importancia le daba entonces que aún hoy, al intentar describirla, me resulta imposible recordar de qué madera era.
Mi mesa, heredada y puesta en medio del salón más por no saber qué hacer con ella que por bella: ovalada y enorme, pesada y con tres patas.

-Hermosa esta mesa- recuerdo que dijo mi padre la primera vez que entró en casa. Esa casa mía, la de entonces.

Visto estuvo que lo de mi padre con la mesa fue un flechazo, ya que cada vez que recibía su visita, había para ella un comentario de elogio.

-¿ Te parece ?- recuerdo que le preguntaba con fastidio evidente.

Harta ya de intentar que algún integrante de mi familia alguna vez estuviera de acuerdo en algo conmigo, había desistido en mi intento de explicarle que esa mesa sólo era un tremendo trasto. Yo la conservaba más que nada por desidia. Aguardaba el momento para venderla, tirarla a la calle o romperla en mil pedazos para usarla como leña: estaba segura que llegaría el día en el que sabría exactamente qué hacer con ella, no me preocupaba.

-¿ Cómo se te ocurre deshacerte de ella?- preguntaba mi padre- que por entonces y como en casi toda su vida de adulto, no tenía ni mesa, ni sala, ni casa.
-Alrededor de una mesa pasa todo- me decía- Sobre una mesa se puede escribir, se puede leer, se puede comer, se puede hasta hacer el amor..!
Pasando por alto la súbita inquietud que me provoca escribir la última referencia de mi padre en relación a la mesa, recuerdo perfectamente el fastidio que me provocaba la permanente insistencia respecto su magnificencia, belleza, etcétera.

Ahora vivo en París. Mi casa tiene una sala enorme, llena de libros y de plantas.
Alrededor de una fantástica mesa de madera, he acomodado varios sofás en donde se sientan a charlar mis amigos mientras beben vino, y hablamos de todas esas cosas que cuando uno junta alrededor de una mesa se hablan.
Y aunque me resultaría bastante complicado traer en barco aquella mesa, no pasa un sólo día en el que atraviese el pequeño estudio y no piense:
“- En ese rincón, bajo esa ventana en esta sala, que hermosa se vería y qué bien me vendría aquella mesa.”
Para ponerme a escribir, para leer, para comer e incluso, aunque sería inevitable no recordar a mi padre, para hacer el amor.

dijous, de novembre 30, 2006

La cebolla cruda y los hombres de mi abuela



Cuando yo era chiquita odiaba la cebolla. La cebolla cruda y la cebolla cocida. No sólo no me gustaba sino que me hacía mal.
Mi abuela, amante de esta raíz y esposa de un hombre, desconfiaba sistemáticamente de todo lo que le decían, incluso conmigo: a pesar de ser su nieta, pensaba que yo le mentía. Todo lo que le dijera era puesto en duda, incluso que no me gustaba la cebolla.

Cuando mi abuela era grande odiaba a los hombres. A todos los hombres. No sólo los odiaba sino que los quería matar.
Y yo, amante de ellos e hija de uno, intentaba con afán hacerla cambiar de opinión incluso a ella: a pesar de ser mi abuela, no la entendía. Todo lo que me decía me inquietaba, desde su insistencia para que coma cebolla hasta lo de los hombres.

Ahora que ella ha muerto, tengo un amante asesino y otro cocinero. No creo tener futuro con ninguno. Pero he sabido de un biólogo investigador de cultivos que intenta conseguir una nueva especie de cebolla: una que al abrirla no haga llorar.

dimecres, de novembre 22, 2006

Septiembre de 1976

- No sabés, gordo, tenías que escuchar hablar al hijo de puta, diciendo que la democracia es un abuso de la estadística y hablando del azulino ¿te das cuenta? ¡del azulino! quince minutos de televisión a las nueve y media de la noche disertando sobre qué palabra es más chic, si "azulado" o "azulino"...

- Ja ja ja, me hacés cagar de risa...

- No, gordo, qué cagar de risa...Estoy harto.

- Ya sé, Mario, no me vengas a dar cátedra...ya sé...

- ¿Y entonces qué decís, pelotudo..? Si te digo ésto es porque me dio asco, asco físico, de irme a vomitar al baño.

- Sí, flaco, pero él no es el enemigo, no es para ahí para donde tenés que apuntar...

- ¡Pero si yo no apunto para ningún lado! Yo estaba en la mesa, comiendo tranquilamente y aparece el tipo en televisión, diciendo lo sorprendido que estaba que la gente estuviera reputeada porque él había dicho que a Latinoamérica lo peor que le puede pasar es la democracia ¿esto lo podés entender..?

-Ya sé, Mario, ya sé...pero entendeme lo que te digo...

- Sí, pero vos a mí también entendeme. Mirá, yo espero que esta ciudad no te haya aburguesado demasiado, pero a ver si te queda clara la situación: vos estás acá, en París, rebacán, pero allá están violando embarazadas y tirando gente al río desde los helicópteros! Yo no quiero entender a un tipo que tiene la posibilidad de crear conciencias, de denunciar atrocidades y prefiere hablar de poesía épica y defenestrar la democracia, no quiero, gordo, no puedo, no me sale y no tengo ganas...

-¿Crear conciencias...? ¿ che loco no se te está yendo un poco la mano..?

-Sí, crear conciencias, educar la sensibilidad, de todo podría hacer ese tipo, el mundo se está transformando en algo asqueroso, se está desbalanceando mal, y allá están reventando a todos, a todos. ¿Vos a quién creés que están haciendo pelota? ¡a la gente que piensa, gordo, no van a la remanchanta!.

-Ya sé, Mario...no soy tarado, eh? Lo que te digo es que el tipo es un artista, un escritor...

-Un hijo de re mil putas es lo que es...

-A ver...¿no te parece que le estás cargando mucho las tintas al pobre tipo? él escribe libros, nada más...además ¿te vas a poner a juzgar a todos los escritores fachas de la historia? mirá que se te complica, eh? y te aseguro que el viejo no es que va a salir peor parado...

-Mirá, yo no estoy juzgando ni al viejo ni al mundo, yo te estoy explicando una situación concreta en un momento concreto de la humanidad, y al arte me lo paso por el quinto forro de las pelotas.

-¿Ah, sí...?

-No me jodas, Capdevila, no empecemos...Esto se está yendo al carajo, yo no quiero ver a un tipo laburando diesiséis horas y que no tenga guita para que el hijo se compre un par de zapatos...¿entendés gordo? No sé qué pensarás vos en esta ciudad de mierda que vivís donde hay pares de medias que cuestan los mismo que paga mi vieja de alquiler de la casa, pero a mi me parece que si no se hace algo todo se va a ir al carajo...

-...y vos no creés que todo se fue ya al carajo...?

-Por eso, viejo... ¿cómo pensás que me siento yo al escuchar a un tipo diciendo esas animaladas? ¿te parece normal que no reaccione? ¿porque qué sería lo correcto? ¿quedarme escuchando y no decir nada?

- No sé, Mario...no sé, qué se yo lo que me estás preguntando...pero lo que sé es que el problema no es este tipo...eso lo tengo reclaro.

-Ok, lo tenés "reclaro". De acuerdo, el problema no es el tipo, él escribe libros y tiene permiso para decir lo que quiera: más o menos es eso lo que me estás diciendo ¿no? Ahora si querés hablemos de Celine, de Gide y de la concha de tu madre. ¿Sabés lo que pasa, Capdevila? Porque yo le estoy hablando al mismo tipo que se sentaba conmigo en el secundario, no? ¿o también te cambiaste de nombre? no sé, capaz que ahora te llamás "Capdevilá" o "Capdevileux"....

-Ahora no me jodas vos...

-Lo que te decía, viejo, "Para que el mal triunfe sólo hace falta que los buenos se queden callados" ¿Te acordás..?

-Me acuerdo, me acuerdo...

Entonces se hizo un silencio, un silencio que en diez segundos los llevó atrás, muy atrás. No tan atrás, hace veinticinco años.

dimarts, de novembre 14, 2006

El dia despues



Ni bien se levantó lo supo: se compraría un pez. No, mejor dos, para que no esté solo. Así que saltó de la cama y miró el reloj: muy temprano todavía, debería esperar unas horas hasta salir a comprarlo; eran las cinco y cuarto de la mañana.
Pensó si salir igual, y esperar. Pero no: podía encontrarse con ellos, con los que vuelven. Ellos con los que hasta ayer se juntaba. Un ellos al que ya no quería pertenecer.
Sería feliz, lo había decidido, y se compraría un pez. No, mejor dos, para que no esté solo. O tal vez pensándolo tres. Dos es un número complicado.

divendres, de novembre 03, 2006

Nadie nos dijo que no era tarde.

Se nos cayeron las lágrimas y los dientes. La piel nos quedó rota y el pelo blanco, enloquecimos de ira, desfallecimos: nos sobrevino el desencanto. Fuimos niños en guerra y adolescentes abandonados.

Antes de caer por el precipicio alcanzamos a recuperarnos. Intentamos mantenernos en pie y no lo conseguimos: se nos rieron en la cara mientras aplicados estudiábamos idiomas extraños.
Gastamos dinero, lo tiramos, lo prestamos. Lo debimos. Lo dejamos en depósito. Nos desapareció en el banco.
Pasaron helicópteros por encima de nuestra cabeza y tuvimos pánico: no entendimos porqué estábamos siendo acosados. Atravesamos la frontera con el corazón en blanco. Sobrevivimos pesquisas, recuentos, listados. No sabíamos lo que estaban buscando, y escuchamos por la tele “avalancha de indocumentados”.

Aparecimos en urgencias borrachos y maniatados y perdimos las batallas: una, dos, tres, cien, casi quinientas. Dormimos en la calle en invierno, y en casi todas las estaciones del año. Nos agarró la policía, y hubo médicos que nos vendaron las manos.

Nos repusimos de casi todas las heridas, salimos a desayunar enamorados. La ciudad era nueva y para nosotros, el cielo era azul y había sol y por fin era todo era tan claro. Teníamos tanto que hacer de repente, qué bonito.

Caminamos rumbo al trabajo y vimos un hombre caer al asfalto. Ni siquiera se había ido el olor del café que habíamos desayunado cuando tuvimos al hombre al lado nuestro, estrellado. Y ese día trabajamos igual, sin que nos pagaran la seguridad social. Y más, se reían de nuestro catalán. Ja ja ja ja. Quedábamos ridículos, escuchamos decir, no lo conseguiríamos jamás.

Mientras, volvíamos a acostarnos hasta mañana en nuestro colchón en el suelo y leíamos a Marti i Pol y tomábamos té y no comíamos pan. Escuchábamos a Sisa y a Lluís Llach y copiábamos los versos en papelitos y hacíamos collages: hasta mañana que hay que volver a trabajar. Las horas que hagan falta, sin seguridad social. Y nos abrazábamos desaforados dibujando y marcábamos en lápiz las palabras que no entendíamos: nos compramos un diccionario español-catalán.
Mira, lee, me encanta, te compro el libro cuando cobre, no tengo un peso pero no importa, para comprártelo voy a dejar de pagar el gas. Y nos rechazaban la residencia, nos decían que no, que ni trabajo ni nada, que ni hablar. Y nosotros cada vez más enamorados de la ciudad, cantando por las calles a las tres de la madrugada debatíamos sobre el “testimo” el “teamo” y el “et trobo a faltar”.

Y nos sentimos cerdos al estar tan tristes, porque veíamos por la tele que llegaban pateras, y nosotros esa noche teníamos un concierto en Razzmatazz. Y había casi como una prohibición de sufrir: teníamos zapatos y leíamos el periódico, estaba claro: no era igual.

Nos llamaron por teléfono para ir a un entierro. Y fuimos. No pudimos contener nuestro llanto, lloramos. Por el muerto, y por lo que era todo en sí. Rezamos, tan tristes estábamos. Elevamos una plegaria al cielo: aún ateos. Porque era muy triste todo y sin embargo, al regresar en el coche, nos preguntaron porqué llorábamos, si el muerto no era un gran amigo ni un familiar. A semejante pregunta ¿qué podíamos contestar?.
No podíamos sentir la muerte de quien no nos pertenecía, no se podía llorar a quien no correspondía, supimos entonces: no había permiso para tanto, no se nos había llamado para llorar de verdad y molestar.
Eramos una especie de bulto que sumaba al cortejo, nada más.

Comenzaron entonces a temblarnos las manos y tal vez sea verdad que no somos los mismos y más. Más, más mucho más.
A saber lo que nos tiene preparado el destino después de tantas, tantas pérdidas, y amigos perdidos y enemigos conocidos, y errores cometidos, y arrepentimientos sin sentido... A veces pareciera como si todo hubiera sido demasiado y nos aterra escuchar cómo algunos tienen cuerpo para seguir en guerra, y de este lado, juntos y solos, tan rotos, cristales, absolutamente vulnerables, sin sangre para ninguna más lucha, ni puesta a punto, tan heridos, espartanos, medio náufragos, como si cada dolor sufrido por el otro fuera un pedazo nuestro, una extensión, un tajo abierto en el hombro, una misma carne.

Y nos preguntamos cuándo vamos a empezar a ser grandes, mientras vemos pasar los años en el pasaporte, queriendo y no encontrando una respuesta, preguntándonos cuando empieza la parte de la película en la que el muchacho se salva.

Porque nos miramos al espejo y hay como un hombre o algo ahí del que se espera ¿quéseespera? Si ni podemos con nosotros y ya hay otros alrededor creciendo que esperan-necesitan creen-suponen tenemos una llave, la respuesta de un final con torta y con boda y entonces abrimos las palmas de las manos como una granada estallada y las apoyamos en los costados de la cabeza, y nos tapamos más que las sienes y los ojos, toda la cara. Y nos prohibimos pensar más y salimos a la calle y no nos hacemos más preguntas ni nos permitimos más llanto.

dilluns, d’octubre 30, 2006

La deuda

Se quedó perplejo. ¿qué estaba diciendo ese hombre? ¿Había algo que él no supiera?
¿A qué se refería exactamente con “qué bien que la hizo”? No podía ser por lo del cementerio, no, nadie podía estar tan loco.
Algo tenía que haber salido muy mal para que el Gordo se hubiera puesto como se puso cuando escuchó a Mario contar lo de la tumba.

Él había ido, como siempre, a sacar fotos al cementerio. Su último trabajo no había quedado bien así que decidió esperar al día de los muertos para asegurarse que las tumbas estuvieran, al menos, repletas de flores. Cada vez que Mario se quedaba sin trabajo, se dirigía mecánicamente al cementerio más cercano y en menos de dos horas tenía un reportaje terminado. Ni moverse tenía, se lo sacaban de las manos. Esperó que no lloviera, sí, con un poco de suerte saldría el sol y podía encontrar algún buen plano. Y algún personaje encontraría también: seguro. Algún imbécil arrepentido, algún cínico pariente intentando lavar su conciencia

Caminaba por entre las tumbas en pleno mediodía de otoño. El suelo era una alfombra de hojas secas, y en esa sección en particular más un colchón que una alfombra, porque era tal la cantidad de hojas en el suelo que daba la impresión de estar dentro de una caminata lunar, esa carpa inflable en donde juegan los niños y que para entrar hay que quitarse los zapatos. Mario sintió que sus borceguíes podían pinchar el plástico y hundirse. En cualquier momento la enorme estructura de plástico se le podía caer encima y quedar atrapado, asfixiado, envuelto en el nylon para siempre.
Inmerso y abstraído leyó:
Roberto Martí
Cineasta
Ecuador 1947 – París 1996
Le sorprendió ver escrita la palabra Ecuador, le chocó un poco leerla en una tumba. Era el día de los muertos y el cementerio rebosaba de flores y parientes que visitaban las tumbas adornadas, casi travestidas. Pero ésta daba pena. En medio de las célebres o anónimas pero cinematográficas lápidas del cementerio de Montparnasse, entristecía ver ésta tan abandonada.

La piedra estaba llena de hojas secas mojadas, flores podridas, bolsas de nylon y pedazos de plástico. Contrastaba su dejadez con las otras tumbas impecables, casi puestas para la foto. Metió su cámara en la mochila, la dejó en un costado y comenzó a limpiar. Primero descubrió la piedra enorme. Le quitó de encima las docenas de hojas mojadas que pegadas una contra a otras comenzaban a pudrirse. Las tiró en un costado. Venga, ya está bien, sólo la limpiaría así, un poco.

Miró al suelo y vió todo lo que acababa de sacar de la lápida. Pensó entonces en buscar una bolsa para tirar todo en la basura. Agarró su mochila y empezó a caminar. Pero no pudo. Como un imán esa tumba lo llamaba, no había podido ni comenzar a irse. Entonces se quitó el tapado, los guantes y se sacó la mochila.

-De acuerdo -se dijo- Haremos un buen trabajo.

¿Flores...? Ni pensar, eran carísimas y además, qué ostias! le parecía una mariconada. ¿Qué entonces..? Con el dinero que compraba una planta podía comer tres días, imposible.

-Pero esos pinos...-pensó- casi todas.....

Unos pinos enanos que vendían las floristas de la entrada del cementerio que daba al boulevard Edgar Quinet, los había visto al entrar, y supuso que no serían muy caros....aunque....algunas lápidas estaban adornadas con varios. Pero no, no. Por menos caros que fueran imposible, no podía gastar ni un peso del dinero que tenía......y en algunas había demasiados.
Sí, en algunas tumbas había demasiados. Además a juzgar por la edad, profesión y fecha de nacimiento del interesado estaba seguro que no se opondría a que Mario repartiera los pinos en cuestión.

Así que uno de la tumba de enfrente, dos de la del costado. Listo. Se alejó entonces unos metros para verla: había quedado perfecta. Ya no destacaba por ser la tumba más abandonada y más triste. Ahora lo único que la distinguía de las otras era llevar escrito en la lápida la palabra "Ecuador", por lo demás, todo igual. Un cuerpo humano pudriéndose como Dios manda dentro de la tierra. Pensó Mario que los muertos eran como niños, su aspecto jamás depende de ellos.

Se puso los guantes de cuero y el abrigo, se calzó la mochila y antes de irse volvió a mirarla.

-Feliz día de los muertos, compañero- dijo en voz alta- Sin susurrar y sin miedo a que alguien pudiera escucharlo.

dimecres, d’octubre 25, 2006

Despues de la tierra



Pasado el funeral, Irene tosió. Caminó despacio las cuatro calles que separaban el cementerio de la carretera principal. Pensó en lo bien que estaba haber dejado sin asfaltar ese tramo, ineludible para los deudos.
Lo que en verdad era una imperdonable negligencia municipal, Irene lo había tomado como un guiño de delicadeza, un montaje escenográfico natural que los ingenieros del ayuntamiento se habían encargado de destacar con el fin de hacer el recorrido hacia el cementerio una zona desierta de transeúntes desprevenidos.
Cuatro calles de tierra sólo pisadas por cuerpos cubiertos de dolor, de indiferencia o cuerpos muertos paralelos a las calles.
Luego, sólo luego, la infame carretera que obligaba al olvido. Que sentenciaba a seguir sin ojos, sin pesar, sin lágrimas.


Escucho: Tower of song, de Leonard Cohen cantada por: Ella: mi amada, mi única, mi poderosa, mi desgarrada: Martha W.

dimecres, d’octubre 18, 2006

Buenos Aires, 5 a.m.



Debajo de la manta, cubiertos sólo por la luz naranja que forman los reflejos del sol en la ventana. En apariencia, no hay ninguna señal de algo que desaparecerá pronto, con ineludibilidad, fatalmente. Es una unión entre omóplatos, entre estómagos, entre dos. Un juntarse de soldados en medio de la guerra, escuchando sin cesar el ruido de las explosiones fuera. Los gritos de dolor, los hijos huérfanos y las madres muertas. Las ausencias en los entierros, ya no importa si justificadas. Ausencias en los entierros pero también en el desayuno, en los momentos más felices y en las tardes de invierno. Ausencias de hombres en guerra. Una guerra permanente que parece que no acabar nunca.
Juntos pero solos, incómodos. Enamorados lo suficiente, perdidos, enternecidos sin remedio. Queriéndose sacar al otro de encima: necesitarlo desesperadamente.
Saber que se puede vivir sin el otro, como siempre. Enfurecerse, amargarse, no haberse querido meter en ello. Sentirse tan cerca del otro como de nadie: como de nadie en el mundo. No querer hacerse ninguna pregunta, no querer engañarse con ninguna respuesta. Que aparezca de pronto la palabra amor. Tener miedo. Miedo de hombres en guerra. Una guerra infinita a la que uno se acostumbra.
No querer decir nada porque no importa, porque cualquier cosa que se diga está de más. Querer hablar aún sabiendo que no tiene sentido. Llorar, sentirse estúpido.

dissabte, d’octubre 14, 2006

Arquitecturas no efímeras

No planos medios. No planos generales. No fijaré mis ojos en el todo, sólo en los detalles que documentalicen lo que va a estar pasando. Tampoco altos registros de sensibilidad que me permitan sutilizar la luz. Y no haré trampas: nada de veinte carretes de fotos, sólo uno con doce imágenes.

Nos imponen trabajar la densidad, la horrible densidad. Pues usaré el horrible flash. Alta densidad, entonces alta claridad. El flash, un destello que iguala a todos y a todo; a la madera y al hierro, a las pupilas de los ojos y al color de los vinos.

El andamio
Estaremos arriba, iremos a ver qué pasa abajo. Y he fijado una meta: rescatar, en medio de la vorágine que será todo, el instante y lo ínfimo. La mancha roja en su cuello de hombre, las flores celestes en la camisa de ella que intenta conquistarlo. El vaso de vino entre los dos que no sé si los junta, los separa o ya no es nada. demasiada música, demasiada noche, demasiada gente junta. Cuesta concentrarse en trabajar.
Retomo las consignas, vuelvo a pensar en el registro...trabajar la densidad, el espacio, el tiempo limitado. Nos quedan cincuenta minutos, una hora máximo y me siento Cenicienta sin su zapato. Una Cenicienta sin zapato pero con cámara de fotos, intentando cumplir toso los ítems...algunos tan absurdos que harían a mi padre revolverse en la tumba. Tranquila, me digo, voy a encontrar la manera que ésto cobre sentido...Barcelona de la modernidad, extrema exquisita, la más absoluta, no hay más. No hay más "in" para ellos...para mí no hay más "out". Así y todo, sin embargo estoy acá. Formando parte, in-formando, de-formando...de-formándo-me, deformándome, formándome. Porsupuesto.

Los hombres de la basura
Todo será perfecto. Me dicen que la hora de recogida con caminones es la exacta en la que, suponemos, el evento se encontrará en su punto más alto. Ahí estarán ellos como reyes en carroza entrando a la ciudad en caravana. El camión de la basura como una imagen de tanque de guerra aplastándonos en nuestra imbecilidad, en nuestra inocencia, en nuestra impotencia. Sergio y Tiago se quedan controlando a la gente que entra al refugio. Bajo el andamio, estoy alerta. Me interesa ver la cara de los invitados cuendo entre el camión. Entra entonces. Algunos se ríen, impecables con su ropa de sábado. Escucho comentarios:
-peeero..! ésto lo tendrían que haber previsto..! haber arreglado que no pasen, haberlos desviado...!
Para nosotros no podría ser más perfecto.


Lo poético y lo operativo
Todo marcha de película pero no puedo continuar con la mía: la voz de Tiago desde el andamio me grita que falta hielo. Mento a los dioses. ¿Que falta hielo? pues lo siento, estoy trabajando, no puedo, imposible. No puedo ocuparme de esas terrenalidades...¿no hay por ahí alguna persona de esas, digo, usted me entiende....esas que recojen la basura, que limpian lo sucio o que ...van a buscar hielo...?
Pienso en eso mientras desaforada corro por Doctor Dou intentando interceptar a la furgoneta que reparte hielo por los bares del Raval. Grito, corro, me exalto, no la alcanzo. Bendito sea Dios, la veo detenerse en el Iposa. Rodilla en tierra y billete en mano le ruego, le pido, le suplico que me venda, me preste o me regale unas bolsas.

Vuelvo al denso paraíso. Lo miro de lejos y me gusta. Me congelo los brazos con las bolsas conseguidas. Sergio y Tiago siguen repartiendo copas, me miran y me sonríen desde arriba. Las bolsas me congelan el pecho y la más superficial superficie de mi cuerpo...por dentro estoy enorme, sonriente, iluminada. Estar aquí, así, en esta parte de la ciudad, en este momento de la ciudad. Mientras las piedras se transforman, mientras el hierro de los andamios nos sostiene. Mientras nos juntamos sabiéndonos todos distintos. Porque uno el el vidrio, otro el cemento, la tierra, otro el hierro. La manos que los une, los ojos que lo piensan. Los pies que buscam, la espalda que se asienta.
Y todo se construye, mientras el aire nos sostiene. Mientras intentamos salvarnos del infierno, mientras escribimos cómo huir del peligro y escaparnos de una vez y para siempre de los antiguos dolores y de todos nuestros pecados.



Escucho a mi lado: reír en árabe.

divendres, d’octubre 06, 2006

Adoraciones



Mi abuela adoraba. Mi madre adoraba. Y aunque me fascinaba verlas devotas y reclinadas, no conseguía identificarme con el Gurú de mi madre, ni con las estampitas de santos de mi abuela.

Mi abuela materna adoraba al Papa.

Sí, sí, también a Dios, a Jesús y a los Santos. Pero del que tenía una foto enmarcada en su mesa de noche era del Papa. Y también adoraba a las Santas, todo sea dicho, recuerdo muy bien su secreta predilección por Santa Rita a la que le ponía flores de colores y un mantelito.

Mi abuela al Papa y mi madre a Gurú Mahara-ji. El Papa, ya saben, ese señor que dice que vela por los pobre mientras se incha a comer manjares y la palabra proviene del latín “papa”.
Gurú, pues...la palabra “Gu” significa oscuridad y “Ru” significa luz, por lo tanto un Gurú es alguien que te lleva de la oscuridad a la luz.

Mi madre adoraba a Mahara ji, el Maestro Perfecto de la Misión de la Luz Divina.

“El Señor del universo a llegado hasta mí,
ha venido a mostrar la luz,
a enseñarnos el amor,
el camino para entender a nuestro Padre”

¿Cómo me podía resistir? ¿El Señor del universo me haría comprender a mi padre? ¡Genial! Tenía que hablar con el señor del universo YA. El problema es que no me terminaba de quedar claro si éste era Dios, el Papa, o Gurú Mahara-ji.
Las mujeres de mi familia, a falta de figuras masculinas que realmente contaran, se ve que se decantaban por las divinidades. Y yo, ante la gran oferta presentada, me encontraba bastante desorientada.

Entonces, un día, apareció ella.

Ella.

Pelo negro atado en un costado en forma de trenza. Una falda morada que suponía de terciopelo por lo pesada, suave y bella. Camisa blanca de seda, con volados discretos y puntillas. Pulseras de madera. Botitas de cuero.
Una muñeca de madera de doce centímetros. Sólida y elegante.

Le haría un altar de inmediato, como correspondía. También tendría que ponerle flores. Admirarla y rezarle. Después de tanto agnostisismo lo había conseguido. En un abrir y cerrar de ojos lo había comprendido todo. Tonta había sido por lo que me había perdido. Esto de las divinidades era magnífico.

Ahora debía llamar a mi madre para contarle que me había convertido, estaría orgullosa. Con la aparición de Ella, habían quedado atrás mis días tristes de escéptica perdida.
Adivinaba su tristeza al ver que yo no compartía su amor por Mahara-Ji, y me apenaba decepcionarla.
La figura femenina sería en adelante mi sino, mi verdad. Para ella serían las flores y los rezos, mi devoción eterna y mis escritos. Acababan mis días de niña impía y con ello, por fin, también nuestras rencillas.


Ya tenía la figura y la devoción más profunda. Comenzaban a preocuparme los rezos y los cánticos, que adivinaba fundamentales. Pero no había nada que temer: debería mirarla hasta el hipnotismo y Ella me los dictaría,
Esta vez no sería como siempre, que para encontrar la verdad debía sumergirme dentro de mi corazón y mi alma. No tendría que buscar porque Ella se ocuparía, me dictaría celestes versos que luego transcribiría, me traspasaría su amor y sabiduría. Entre tanto yo, súbdita, debería ocuparme de lo terreno.

Mi exaltación era total, quería enseñarle mi religión a mi madre. Era un real imperativo, fue entonces que la llamé para mostrarle mi altar magnífico.

Yo estaba sentada en la cabecera de la cama, al lado de la mesa de noche en donde había construido mi templo. Todo estaba oscuro, iluminado sólo por la vela, quería que mi madre se emocionara al verla y con la luz de esta manera no había dudas, mi figura brillaba de manera mágica. El brillo de su falda parecía más rojo, y el relieve de su cuerpo, toda ella, era más real y más fantástico.
Al mismo tiempo que esperaba que llegara mi madre no podía dejar de mirarla, estaba hipnotizada. Mi ansiedad fue mayor cuando por fin escuché los pasos de mi madre que se acercaba.

-Mira -le dije- es Ella.

Mi madre no contestó entonces repetí:

-Es ella: voy a adorarla.

Mi madre volvió a callar, actitud que me desconcertó, pero enseguida me dije: está muy emocionada a punto de abrazarme. Claro, qué tonta, no lo había comprendido. La mujer, fascinada ante la conversión de su niña, no reaccionaba. Faltaba sólo un segundo para que se rebelara con su incomprensión, a mí me lo iban a decir ! Si hasta el día anterior yo también estaba ciega y no divinizaba nada.

Acabado el abrazo entre adorantes me miraría a los ojos y me diría: “¿no es maravilloso? ¿entiendes ahora lo que siento?” Claro que la entendería. Ahora que había aparecido Ella entendía todo lo que mi madre sentía.

Pero en la realidad mi madre estaba petrificada y nada de abrazo ni nada de nada. Sentada a mi lado al borde de la cama, me miró a los ojos con horror y me dijo:

-No, no se puede. Está prohibido.

¿Prohibido? ¡¿Prohibido?! ¿Que significaba esa palabra en boca de mi madre? No podía ser, era imposible. Diez minutos antes de meterme en la cama, la había visto arrodillada enfrente de una foto de un niño vestido con un pijama blanco y flores en la cabeza. Tirada en el suelo del salón, con los ojos cerrados y los brazos levantados en dirección al cielo cantando:

“Gloria a ti nuestro Señor
a tus pies de loto damos nuestro corazón
para que florezca
en infinito amor.”

¿Y me decía que estaba prohibido? ¿Cómo se atrevía?

Al otro día, llamé a mi abuela por teléfono desesperada. Prepararía mi maleta y traería conmigo a mi adorada.

dijous, de setembre 21, 2006

Agua

Era mejor nadar que bañarse en sus lágrimas. Entonces todo era cerrar los ojos y comenzar a ser, nadar buscando nada. El ángulo de sus pies, la curva de su espalda. Nadar. Buscar, como un caracol como una ola. Una vuelta alrededor de sí misma, encontrar sin buscar.

Encontrar sin buscar....decisiva, soñada, implacablemente.

Nadar buscando nada, nadar como andar. Una vuelta en el agua, como un caparazón que se abre, como un caparazón que da vueltas. Ella nada, enorme, entera, frágil bruma. Nada y es casi como si volara en el agua.

Salir apenas a la superficie.

Y sabe, lo vé que la mira. Lejos, suave roca. Pude imaginarse perfectamente dentro suyo. Sabe de su piel y de su risa, y de la nuca sin secretos y del color de la piel en su espalda.

Vuelve a sentirse pájaro. Pájaro que nada en el agua. Que da un vuelco círculo, como una caracol como una ola. Mejor olvidarse, mejor dejarlo, mejor pensar que nada de eso existe.

Era mejor nadar que bañarse en sus lágrimas. Mejor nadar, que bañarse en sus lágrimas.

diumenge, de setembre 17, 2006

Nous avons un p'tit secret:

Malgrait tout..... la vie c'est GENIAL.





Mais genial, voilà.

dijous, de setembre 14, 2006



Queridos todos:

Como algunos ya saben estoy en París, ciudad en la que, créanme, hay tantos locos por centímetro cuadrado como en cualquier ciudad que se les ocurra sin tanto pedigrí. Una de las cosas que esperaba con más suspenso era ver en televisión los programas literarios en plena "rentrée". No me enrollo, les cuento directo:

Periodista a escritora célebre a la que media Francia ama y la otra media aborrece: -Pero usted....estoy sorprendido, Madame Angot, después de leer su libro confirmo que usted es tremendamente ambiciosa....!

Escritora sorprendida: -Mmmm, no me definiría como tremendamente ambiciosa, pero me da curiosidad saber porqué le parezco así a usted...

Periodista:-¡Pero si. si es del todo evidente! ¡Usted lo quiere todo madame Angot, usted es ambiciosísima!

Escritora: Sigue sin decirme usted el porqué, le confieso que a esta altura mi curiosidad es enorme....si tiene la amabilidad de decirme....

Periodista: ¡Usted no solamente quiere ser comprendida, usted quiere ser amada!.



Silencio en auditorio. A ver si yo estoy muy desubicada ¿me cuentan si conocen a alguien que no quiera ser comprendido, y amado?. Porque yo ya es que....me parece que vivo en otro planeta.

Vuestra, por siempre, y ambiciosísima, g.

divendres, de setembre 01, 2006

Noche en el Raval

Empiezan las noches que a mí me gustan, noches de jersey de hilo y estrellas. Me siento a escribir mientras escucho los coches y cómo habla la gente que pasa. La luz del farol de la esquina de Sant Pau y Santa Margarita, demasiados santos para una esquina de prostitutas. Pasa una moto. El Tibidabo de noche no puede ser más hermoso, con la iglesia dorada, iluminada, recortada en medio del negro de esta noche de viernes. Vivo rodeada de montañas....el Montjuic a la izquierda, acá al lado el Tibidabo y el mar atrás, en mi espalda. Abajo, en la calle, tres chicos cantan borrachos con una guitarra. No puedo dejar de cerrar los ojos para escucharlos, cantan para ninguna gente que pasa, cantan para mí. A dos calles de las ramblas, este trozo a esta hora está casi desierto. En diez minutos vendrán los del camión de la basura, como reyes entrando en una caravana, dueños absolutos del asfalto que impone, riéndose y cantando mientras trabajan.
Te quiero tanto como debería. Mi amada infinita, mi amada maculada.........yo ya no puedo ser más yo sin vos, Barcelona.

dijous, d’agost 24, 2006

Mi globo rojo


No aparece en la foto pero YA te tengo entre mis manos.



.

dissabte, d’agost 19, 2006

divendres, d’agost 18, 2006

dimarts, d’agost 15, 2006

diumenge, d’agost 13, 2006

Culpables e inocentes

Veo que los inocentes se sientes culpables
y que los culpables se creen SIEMPRE inocentes....

dimecres, d’agost 09, 2006



El pelo largo, rojo y lacio hasta casi tocarle la cintura. Unas facciones simétricas y delgadas que desde pequeña me recordaban a los retratos de Klimt y Modigliani. Una piel blanquísima y llena de pecas, y manos como de princesa de un cuento, finas y largas.

Faldas estampadas que le tocaban el suelo, con dibujos búlgaros en naranjas, caobas y amarillos. Botas de cuero y en la frente una trenza de hilos de seda de colores, ínfima, que ataba atrás de su cabeza con un nudo imperceptible y le envolvía la frente.
Las hacía ella misma, cada día trenzaba una bincha distinta. Ataba los hilos a una superficie vertical y rígida y con una habilidad de artesano, en segundos acababa la trenza. Cuando a la noche se las quitaba, las acomodaba en la cabecera de su cama sagrada.
Algunas veces me animaba a entrar en su cuarto y las veía una al lado de otra, todas las binchas que había usado en la semana... me acercaba de a poco, sin animarme a tocarlas.

La habitación de mi madre era un pequeño palacio con aroma a sándalo y a madreselva, con el suelo de mármol color vino, el techo de madera y la ventana rectangular por donde se asomaban infinitos árboles y plantas. Era difícil detectar las ínfimas trenzas de hilos de seda.
A pesar del enorme espejo y los tesoros escondidos del placard de madera que me llamaban, podía adivinar sin esfuerzo las pequeñas trenzas acomodadas en una esquina de la cabecera de la cama, sin conseguir acercarme lo suficiente, sin llegar a tocarlas.

dimarts, d’agost 08, 2006



“....y los conductores de los programas siempre decían “la verdad libera”. Sí, claro, pensaba Matías. A él no le había servido para nada. Esa noche se la había pasado vomitando en un balde que Roberto le había puesto al lado de la cama –después de echar a las chicas con alguna excusa-, y cuando se despertó al otro día no pudo soportar quedarse a comer ni mirar a Roberto, y mucho menos a sus padres. Había vuelto a su casa en tren, solo, y su amigo no repitió las promesas de ayuda de la noche anterior. A Matías no le importaba. ¿La verdad libera? Bueno, a él lo había liberado de la escuela, porque no volvió después de esa noche. Tenía miedo de que Roberto se lo contara a alguien. Tenía miedo de que las chicas hubieran escuchado algo (se las imaginaba, escondidas detrás de la puerta de la cocina, riéndose). Tenía miedo de que alguna profesora o la mismísima directora lo llamara aparte para hablar del Tema. Durante un mes se levantó temprano y salió con la mochila de su casa, pero en vez de tomar el colectivo hasta el colegio, se quedaba sentado en una plaza o gastaba las monedas para el sándwich del recreo en videojuegos, aunque los odiaba porque apenas los entendía, y cuando jugaba era pésimo. Después decidió quedarse durmiendo: a Mamá no parecía importarle demasiado que dejara de ir a la escuela. Apenas hizo una escena, le reprochó agregarle dramas y preocupaciones, gritó que tenía que conseguirse un trabajo o lo echaba, y después se tranquilizó como si, en el fondo, lo esperara. Era previsible, pensaba Matías. Carla tampoco había terminado la secundaria. Después, cuando ella se pegó el tiro, Mamá y todos los demás olvidaron su “deserción” , como la llamaba la tía Cristina. De alguna manera le debía un favor a su hermana, pensaba Matías.”



“Cómo desaparecer completamente”, Mariana Enríquez.
Emecé, Cruz del Sur, 1º edición octubre 2004.

"Porque cuando llevas una cicatriz en la cara o en el corazón, sólo es cuestión de tiempo antes que alguien te haga otra"
Nick Cave, And the Ass saw the Angel.

"Quiero caminar pr la nieve sin que mis pisadas dejen huella"
Richey James Edwards.

Traducción: g. (gracias Gabriela, Su y Pau)

divendres, de juliol 28, 2006

Flores rosas y pistolas en la cabeza




Pues no, no era feliz. Tampoco infeliz. Era puro desconcierto. Intentaba entender y no lo conseguía. Vivía con mi hermano y mi madre en una casa que era un sueño, rodeaba de jardines y con un bosque. Con amigos que llegaban a quedarse por varias semanas, que venían de muy lejos. Con ventanas con postigos enormes y puertas con vitrales que estaban siempre abiertas.

Soy feliz ahora, porque entiendo y porque sobreviví. Soy feliz ahora, cuando apenas si puedo creerlo. Veo a mi madre en el camión de la policía, sonriendo, diciéndonos que no nos preocupemos, que todo saldría bien. Y a nosotros creyéndole.

Andábamos descalzos por los jardines que rodeaban una casa a la que jamás volveré y cortábamos flores para ponernos en la cabeza. Nos subíamos a los árboles con mi hermano, juntaba violetas para llevar de regalo a mi abuela y mi mamá era la mujer más hermosa y más inteligente del mundo.

Pero ¿feliz en esa época? No, no es esa la palabra....miraba demasiadas veces por la ventana. Me la pasaba esperando que mi papá viniera visitarme, mi mamá no me prestaba demasiada atención porque prefería a mi hermano y yo me quería cambiar el nombre y llamarme Laura. Llamarme Laura y apellidarme Rodríguez o Martínez y tener una casa normal con una frutera con frutas encima de la heladera. Que se quedaran ahí sin que nadie se comiera.

Sí, porque en mi casa la comida no duraba: todo el tiempo había gente dando vueltas, amigos de mi madre, el cura de la iglesia San Pablo, músicos por los rincones componiendo sus temas, viajeros de Francia, de la India y la comida no duraba nada, ni siquiera las manzanas. A los nueve años soñaba con una casa vacía con una frutera con frutas arriba de la heladera. Eso, así, era para mí la quintaesencia de la felicidad.

Soy feliz ahora cuando recuerdo su cara mirando por la ventanilla del camión y ahora, de grande, descubrir que su cara no era de tranquilidad sino de pánico, porque evidentemente nadie, ni ella, podía estar seguro que las cosas saldrían bien.
El policía no sólo nos hizo levantar de la cama sino que también agarró toda nuestra colección de libros Robin Hood y los metió en una caja para llevárselos a la comisaría y analizar su contenido político. Así que allí estábamos mi mamá, sus amigos y mi hermano, camino a la seccional sin ningún sentido. Ahora sé que así empezó la historia de miles de desaparecidos. Detenidos porque sí.

Podría decirles, y es cierto, que mi mamá no solo que no militaba en política sino que por no importarle no compraba ni el diario, pero no puedo, no quiero, porque entonces estaría justificando las detenciones de gente que sí compraba el diario, de gente que sí se metía en política y no tuvo la suerte que tuvimos nosotros, que sobrevivimos a un guerra terrible, donde hubo gente a la que tiraron viva de los helicópteros, hijos que perdieron a sus madres y madres que perdieron a sus hijos.

Me desperté con una pistola apuntándome la sien. Era temprano, muy temprano, y yo tenía diez años. En la cama de al lado, mi hermano tenía otra en la suya, también apuntándolo. La policía entró a mi casa para llevarnos, pero no estaban vestidos de policías sino de militares. No tuve miedo, sólo sabía que tenía que quedarme quieta.

-Levantate, levantate.

Recuerdo al policía en medio de la penumbra de mi habitación a oscuras, con los vitrales verdes y rojos detrás de él, dejando pasar la luz. Apuntándome a la cabeza desde el lado derecho de mi cama.
No le veía la cara, sólo su silueta recortada por la luz del sol que entraba por los ventanales, y el verde de fondo del bosque también reflejándose, y yo inmóvil, miraba. No tenía idea de qué le pasaba a mi mamá en la otra punta de la casa.

-Levántense, levántense.

Nos llevaron a todos a la habitación de mi madre, supongo que porque quedaba en el fondo. Nosotros dos, ella y sus amigos estábamos amontonados en una fila, inmóviles, espectantes, mirando las espectaculares ametralladoras.
En la habitación de mi madre había colgado en la pared un teléfono antiguo, de madera y bronce que le hizo brillar de felicidad la cara al que dirigía todo.

- ¡Vengan, vengan, la central es acá !

Les cuento porque ustedes no estaban: “la central” como decía el policía, era la habitación de mi mamá, con su hermosa ventana rectangular que daba a un jardín y a una calle de tierra, con su placard de roble a donde iba para oler su perfume de madreselva y acariciar sus faldas largas de seda sin atreverme nunca a pedírselas. La habitación mágica de mi madre, con sus tapices dorados y caobas en las paredes.

-¡Comunicaciones internacionales, comunicaciones internacionales!

Cuando vi al policía agarrar el teléfono y decir eso, casi me desternillo de risa, solté una carcajada y miré a mi madre, pero entonces ella, divina y sin pronunciar una palabra, en un sólo gesto me dijo:
-Sí, sí, este hombre es un ridículo, esto es muy divertido, pero hagamos como que es algo serio, como que no nos damos cuenta.

El policía volvió a agarrar el teléfono:

-¡Hola! ¡Hola! ¿¿¿Quién habla ahí ???

Les digo, a mí me costaba mucho no soltar una carcajada. Intenté explicarle al policía que era un teléfono antigüo, que estaba colgado en la pared de adorno y que no funcionaba, pero entonces vi por primera vez miedo en los ojos de mi madre, que me miró para salvarme. Antes que ella pudiera abrir la boca, el policía que dirigía el procedimiento le gritó:

-¡¡¡ Silencio !!! ¡¡¡ Aquí NADIE habla !!!

Entonces descubrí que los policías que habían entrado a nuestra casa no eran tres sino muchos, y tenían unas miradas raras, unas miradas que no daba la impresión que se pudiera hablar con ellos para hacerles entender algo.
No parecían querer entender nada, sólo querían meternos a todos en el camión y llevarnos.

dilluns, de juliol 24, 2006



¿Ven esa nena atrás de los pastos...? Soy yo a los diez años, en la casa de mi madre en La Plata. Pensaba escribir algo, pero miro la foto y pienso que algunas veces una imagen habla más que mil palabras. Esta es una de esas veces.

diumenge, de juliol 16, 2006

Summerflash

Voy a tardar más de 24 horas en recuperarme de lo de anoche....
Mariana: No estaba sola porque VOS estabas conmigo.
Escucho: Hallelujah, de Leonard Cohen, cantada por Rufus.


Escucho: Todo, tooodo. Poses, I want I, II, el primero, y todo lo de+.
Sábado 29: Fuí al Fnac y me compré el video. El dependiente, emcionado ante mi demanda, me confesó su amor profundo-
Su amor profundo por Rufus, se entiende.


-

dimecres, de juliol 12, 2006

Mi padre, Dios, y todo lo demas



Mi papá nació en Necochea, una pequeña ciudad. Era el hijo mayor de una dinastía inmobiliaria de la que prefiero ahorrarme anécdotas más que nada para no amargarme. Algunas, las iré contando inconvenientemente.

Acabada la célebre y siempre por él alabada “toma del colegio Nacional” (relato que les evito, más que nada porque para literatura ya está el señor Proust), mi padre decidió que le gustaba mucho más lo de la toma que lo del colegio, y se decantó por la revolución.

Que conste que no digo esto para burlarme de su afición a la bebida, ya que ésta vez, cuando digo “toma” sólo me refiero al terreno político.

La cuestión es que tanto éxito tuvo esta pequeña revuelta infantil que mi padre, cuando sólo le faltaba un año para acabar su bachillerato, dejó el colegio y se marchó, solo y su alma, a la Gran Ciudad para trabajar en principio en un diario como periodista y después, ya veremos.
Ya veremos lo de la revolución, quiero decir. Y no se fué a Mar del Plata, que era la "gran ciudad" que le quedaba más cercana y cómoda sino a una gran ciudad de verdad: Buenos Aires, la Gran Capital Federal.

Como ya les expliqué que los ricos están todos locos, mi padre, al llegar a Buenos Aires no se fué a dormir a un hotel como hubiera correspondido. No no no, nada de hacer cosas normales como dejar el bolso en un hotel, comer algo e irse a dormir para ir a presentarse al diario a una hora más....clásica de entrevistas de trabajo, digamos. No no no, nada de eso.

Sin llamar por teléfono ni mediando telegrama y menos aún cita previa, tardó unos quince minutos en llegar de la estación de trenes a la recepción del diario más importante que existía entonces en Argentina: La Opinión. En medio de la noche.
Así nomás, sin dejar la valija en un hotel ni ducharse, paró un taxi que lo llevó a la puerta de la redacción.

Mi señor progenitor murió a los 52 años aparentando quince menos y a juzgar por las fotos que he visto, mucho me temo que en su adolescencia pasaba lo mismo, así que no me cuesta imaginar la sorpresa de la recepcionista del diario, cuando vio a ese infante vestido de grande entrando al diario a las doce de la noche.

- Buenos días- dijo mi padre- quisiera hablar con el director.
- ¿Con el Director, querido...? - Dijo la señora-
- Sí, sí, quiero hablar con el Director.
- ¿Tenías cita...?
- No, dígale que soy periodista de Necochea, que necesito verlo.

No conozco la parte del cómo mi padre consiguió subir al despacho del director, pero lo que cuanto a continuación es histórico:

Ya arriba, muy tranquilo y resuelto, mi papá le explicó al director del diario que acababa de llegar de Necochea para trabajar como periodista, y que venía a pedirle de trabajar en “este diario” porque “después de estudiar detenidamente toda la prensa del país, este diario me ha parecido lo mejor”.

¿Se acuerdan que mi papá en ese momento tenía 16 años, no...? Lo digo porque no sé si ya lo había escrito, y si lo había hecho tal vez alguno lo había olvidado. Sigo.
Supongo que al señor éste le habrá costado no soltar una carcajada al escuchar de la boca de ese insecto: “-...después de estudiar detenidamente toda la prensa del país, este diario me ha parecido lo mejor”.

Habiendo conocido a mi padre, no me cuesta imaginarlo: él muy serio, comprando en Necochea todas las publicaciones nacionales existentes y mandando a pedir por correo las que no llegaban a la ciudad: como una misión impostergable, como un designio divino y de la naturaleza. Decidiendo que “su” lugar revolucionario se encontraba en las tripas mismas de La Opinión, en Buenos Aires. Y más aún: haciendo sentir partícipes de la futura gesta revolucionaria a los kioskeros necochenses que encantados de la vida y maravillados ante las locuras del niño Jorgito, se remitían a sus más selectos y exquisitos distribuidores para que les consiguieran ejemplares de prensa que de no ser por el “niño Rôo” jamás se hubieran enterado que existían. Todos participaban en esta bella misión.

El señor director parece que lo escuchaba extasiado, hay testigos. Los otros periodistas, desde fuera del despacho, comenzaban a preguntarse quien era ese pibito que hacía una hora estaba hablando con el jefe.

A mí me da como que este hombre habría tenido un día duro, estaba cansado y escuchaba a mi padre en medio del éxtasis místico que genera la mezcla del sueño con el hambre de un bife de chorizo. Creo q el director del diario lo único que quería era comer e ir a dormir, esa es mi impresión, no me pregunten porqué.  Sobre todo teniendo en cuenta la hora, porque sé que todo ésto pasó de noche muy tarde, que es a la hora que llegaban en ese entonces a Buenos Aires los camiones y los trenes desde Necochea.

Pero parece que algo le hizo gracia al señor porque llegado un momento equis, interrumpe la conversación y le dice:

- Ocá, pibe, perfecto. Te voy a hacer una prueba ¿te animás a hacer una prueba, no...?
- Porsupuesto. (Já, qué se pensaban que iba a contestar mi papi).

El Director abrió la puerta del despacho y llevó a mi padre a una gran sala llena de periodistas y mesas con máquinas de escribir:

- ¿Ves esa máquina de escribir...? Sentate ahí y escribite algo.....a ver dejame pensar.....mmmm.......ya sé: escribite algo sobre Dios.
- ¿...Sobre Dios...?
- Sí, sí, tenés una hora para escribir algo. Me voy a comer y cuando vuelvo me lo mostrás.

Esto desconcertó un poco al pequeño infante, el Director no le había mencionado las luchas de clases, ni los derechos de los trabajadores ni la revolución. Le había pedido que escribiera “sobre Dios”. Pero él estaba ahí para quedarse a trabajar y eso era, de entrada, aceptar instrucciones, así que mi padre, con todo y sus dieciséis años, se sentó enfrente de la máquina de escribir y sin actuar una seguridad estudiada, clavó sus dedos en el teclado.
El director del diario apenas si había apoyado un pié para marcharse cuando mi papá lo interrumpió:

- Una cosa....
- Sí, pibe, decime.
- La nota ésta sobre Dios....
- Sí, sí, qué pasa?
- ¿La tengo que escribir a favor o en contra?

Cuentan los que estuvieron que se hizo un gélido silencio en toda la redacción, y que el Director del diario le dijo a mi padre:

-No hace falta que escribas nada, pibe. Venite mañana a las 9, estás contratado.

dissabte, de juliol 08, 2006

Sábado



No saques la espada ni la brújula
porque no seré yo a quien hieras
(aunque muera)
ni te guiará el Norte a tu destino.

No podrás de tí
huir desprevenido
ni de mí,
soñada e implacable.

Vas a llorar
cuando yo me dé vuelta
porque verás tus lágrimas
secas en mi espalda.

g.



Escucho: Franz Ferdinand, Lila Downs y Dominique A., en boucle.
Estoy con: 40 grados de fiebre, bajando.
Tomo: Penilevel cápsulas (dos cada ocho horas, hasta el viernes que viene). Cuatro litros de agua.
Tengo: Una gran furia contenida. -Tranquila (me digo): ya la estoy desconteniendo.

Digo hoy, lunes a las muy tarde:
Sí, lo veo, las manos de Rufus en el piano suavizan muchísimo el texto, pero es que....la fiebre se ha ido....y con ella la furia.

dimarts, de juny 27, 2006

Pablo



Una de las cosas más lindas que tiene Barcelona es el poder salir a desayunar casi todas las mañanas a un bar y que eso no signifique, como pasa en Buenos Aires o en París, tu ruina económica. Debo reconocer que desde hace un tiempo ya no es tan como antes, pero se puede decir que salir a la mañana a tomar un café con leche y a leer todos los periódicos no sólo constituye parte de la auténtica felicidad sino que además, por ahora y esperemos que dure, se puede hacer. Debe ser una de las pocas cosas que se conservan de la vieja Barcelona a la que llegué.

Pablo era el camarero que nos servía cada día y desde hace una semana no trabaja más en el bar.

Pablo, el príncipe, como lo llamaba yo. Nunca me atreví a preguntarle de dónde era, un poco por pudor y otro poco, bastante, porque quería llevar a la práctica mi idea que no importa de dónde son las personas. He estado a punto mil veces, aunque la curiosidad me consumía nunca pude preguntárselo, me parecía una imprudencia. Porque además la verdad..... ¿qué tenía que ver de dónde era?.

Hablaba inglés como nadie y era, repito, un príncipe. Amable sin ser meloso, serio sin ser maleducado. Impecable, cordial. Era admirable verlo trabajar. Por la cercanía con la ramblas, el bar estaba siempre con muchos turistas, ingleses, franceses, australianos, italianos, suizos....SIEMPRE hacían de él algún comentario. No había quien se fuera del bar sin mirarlo con asombro.

Yo misma he presenciado cómo le proponían trabajar de maitre en un restaurante de lujo y él, con muchísima educación y delicadeza, decía que allí estaba bien, que no, que gracias.

Era difícil devolverle su exquisita atención porque en este bar que les digo no se deja propina. Sólo hay un tarrito al costado de la caja, en donde uno si quiere deja algo y luego entre todos se lo reparten. Los dos camareros, las chicas de la cocina, los que limpian, todos. No me pregunten porqué pero nadie deja nada. En ese tarrito apenas si se ve alguna moneda suelta de diez o veinte céntimos. Lo intentamos varias veces pero era prefabricado, no era natural. Intentamos de todo, dejarle la propina en la mesa, dársela a él en mano delante de sus jefes para que ellos vieran que sólo le queríamos dejar a él, dejar en el tarrito, enfin, lo intentamos todo. Y siempre quedaba raro, prefabricado, no natural. Y si algo era genial en él era justamente eso, que él te atendía sabiendo que nadie le dejaría propina porque en ese bar no se estilaba.

Para él fue directo mi “regalo de empresa”, esa costumbre que se tiene de a fin de año regalarle algo a los empleados. Me había tocado ese año un hermoso y enorme regalo de empresa con turrones, cavas, vinos, de todo. Una botella de vino fue a parar a mi cartero (a éste más por miedo que por cariño, siempre me sentí muy frágil respecto del poder de los carteros...¿cuántos segundos pueden tardar en hacer desaparecer una carta...? una carta simple que te envíen, sin aviso de recepción...¿cómo recuperar todo el amor de la persona que estuvo quién sabe cuánto tiempo pensándola y escribiéndola...?).

Pero lo demás, jamón, cava, turrones y almendras fue directo para Pablo, no tenía ningún miedo que pensara nada raro, era puro amor y agradecimiento. Era la única manera que tenía de decirle:
-Sos lo más, me encanta verte cada mañana, me encanta que sepas que sólo tomo un café con leche, me encanta que me digas “señora” como una manera de hacerme ver que tu amabilidad no tiene que ver con un ligue, me encanta que sepas que me levanto al lavabo treinta veces y me vigiles mis cuadernos y mis libros en la mesa, me encanta que si llego y está lleno me avises qué mesa se está por desocupar cerca de la ventana. Me encanta. Me encanta que trates bien a todo el mundo, de aquí de allá y de donde sea. Me gusta que no seas prejuicioso con los catalanes, aunque alguna vez por alguna cosa nos hayamos reído cómplices..."éstos catalans...” pero sabiendo los dos que era con todo el amor y con toda la crítica que uno le puede hacer a un tío excéntrico de su familia.

Después de seis años se fue. Así, de un día para el otro y como me dijo la dueña del bar “sin siquiera darme los quince días”....”-no se me ocurre qué a podido pasar -decía la dueña- no lo entiendo....tan buen chico que era. No entiendo como alguien como él, con idiomas, con esa presencia, se pudo ir a trabajar a la construcción, a jugarse la vida en un andamio, a quemarse de calor bajo el sol, con 40 grados ahora en el verano....no lo entiendo....”

Un camarero de bar cobra 1000 euros. Un alquiler 700. Un obrero 2000. Pablo tenía una mujer y un hijo. No creo que sea muy difícil encontrar la respuesta.

dijous, de juny 22, 2006

Jueves (Jueves a las diez)




Escucho: I Dont't know wath it is
Rufus.

dimarts, de juny 20, 2006

Cena a las ocho



Cena a las ocho

No importa cuan fuerte seas
voy a derribarte con una pequeña piedra
Voy a quebrarte para ver
cuan digno eres y cuanto vales para mí.

Antes de los alegres brindis, Cena a las ocho estuvo bien
Antes que esas revistas viejas nos hicieran empezar a pelear.
La verdad es que como otras veces el que empecé fui yo
¿Porqué siempre es a mí al que se le dice que se vaya..?
cuando de hecho hace mucho tiempo, mientras caía la nieve
¿Quién fue el que me dejó?

Así que ahora levanta los puños
yo voy a levantar los míos,
Porque esta vez no vas a escaparte de la escena del crimen.

Estoy seguro que hay un lugar
cerca del fin del mundo
cerca del fin de nuestras vidas
para nosotros.
Pero hasta entonces, papi,
no te sorprendas si quiero ver lágrimas en tus ojos
Porque entonces así sabré que aquella vez, mientras caía la nieve
me amabas.



Texto: Rufus Wainwraith.
Traducción: Mariana Enríquez... and me.

Escucho: Dinner at eigth, de Rufus Wainwraith
I want one.

dimarts, de juny 06, 2006

Las caras de los indios muertos por todo el pantalon (Mis Levi's, parte II)




Es inútil. Desde aquella época, cada vez que miro cómo me quedan los pantalones sólo veo al general Custer a caballo disparándole a los indios Siux. Ya no veo si me quedan largos o si tengo que hacerles el dobladillo, sólo aparecen imágenes de formularios firmados en inglés que impiden la entrada de medicamentos en Latinoamérica y aviones en Nagasaki tirando bombas atómicas. Ni hablar cuando me doy vuelta para comprobar si me hacen un buen trasero, nada más identificable que la parte de atrás de un Levi’s, con su etiqueta inconfundible y una v de victoria camuflada en rayitas que anticipa el éxito futuro. Me siento infecta y una cómplice perdida.
Lo que les decía, no sólo es difícil llegar a juntar los ciento treinta euros que cuestan los pantalones que me gustan, después de eso tengo que tener estómago para calzármelos y caminar como si nada. Eso pasa por tener padre.

diumenge, de juny 04, 2006

No me puedo comprar unos Levi's en paz



Poco le sirvió a mi padre inculcarme El Capital, las lecturas de Arturo Jauretche, y que cada año para los cumpleaños cantáramos abrazados La Internacional. Yo es pasar por la tienda de Levi's y enmudecer. Lo primero por los precios, y después porque miro amargada en la vidriera los vaqueros de mis sueños y no, no puedo no puedo no puedo. Nunca podría.

Mi papá tenía varias obsesiones, entre ellas "Norteamérica". Cada vez que comenzaba a hablar de esto, hacía la aclaración: -"Hablo de Norteamérica, no del pueblo norteamericano". Queda claro entonces, cuando mi papá hablaba de norteamérica hablaba del país y no "del pueblo norteamericano". Por él supe varias de las cosas que había hecho ésta gente, sobre todo lo de la bomba atómica, la matanza de indios de general Custer y lo de Rusia (él siempre quizo ir a Rusia, o ser ruso, o tomar vodka sin que le estén encima como pasa con los rusos en Rusia, o al menos enamorar a una rusa, única nacionalidad que se le resistía a mi padre sobre todo porque las rusas, parece ser, son muy ortodoxas. Supongo que también le hubiera gustado hacer la revolución rusa, pero ese es otro tema).

La cuestión es que aborrecía a los Estados Unidos. Por él también supe que la frase "América para los americanos" era etimológicamente incorrecta porque América es TODA, la del Sur, la del Centro y la del Norte. De él escuché por primera vez la palabra Latinoamérica y la frase "América es toda una y no de los Norteamericanos". No me meto en camisa de once varas a hablarles lo que pensaba del bloqueo a Cuba porque entonces ya sí nos quedamos hasta las doce. Muchas más cosas escuché sobre el tema pero no quiero agobiarlos. Sobre todo porque no sé qué hago por éstos pagos cuando lo que yo quería era contar de mis angustias con los Levi's.

Digamos que yo, como todo adolescente normal en el mundo, quería tener un par de esos maravillosísimos pantalones que son tan lindos y quedan tan bien. Por diversas razones que no viene a cuento enumerar, ni mi hermano ni yo por aquel entonces estábamos en condiciones de pedir que nos compren nada, menos aún un par de pantalones, menos aún unos pantalones "de marca" (sea ésta la que fuere). Pero yo, que desde edades tempranas (horrorosamente tempranas) fuí muy apañada en esto del trabajar, tardé dos cumpleaños de vecinitos míos en hacerles obras de títeres y conseguir así el dinero para comprármelos. Fué así, como a los quince años, sola y mi alma, conseguí comparme los benditos Levi's.
En menos de los que canta un gallo estaba plantada en el salón de la casa de alguna de las mujeres de mi padre enseñándole mi compra magnífica. Orgullosísima estaba yo de haber trabajado y que me hayan pagado TANTO.

Al verme tan feliz y orgullosa, mi papá me miró horrorizado:

-¿Que hacés con eso puesto?

-¿Con qué..?

-Esos pantalones, son la quientaesencia del imperialismo.

-¿Perdón...?

-Estás representando lo más asqueroso de los colonizadores. Son vaqueros ¿sabés vos lo que son los vaqueros, no? Esos tipos que arrean vacas y que exterminaron a los indios Siux. Vos decidirás qué hacés con tu vida.

(Yo es que aquí ya me había quedado muda).

-Georgina, por favor, no pongas esa cara de mosquita muerta. Sabés perfectamente de lo que te estoy hablando.

-Estás enfermo papi, son unos simples jeans!!!

-Nada de "simples jeans". Nada es simple, y menos esos pantalones. Están confeccionados con "tela de jean", pero son unos "vaqueros". Hasta en eso son unos hijos de puta, se apropiaron de una palabra francesa para crear la bandera que enarbolarían y con la que dominarían el mundo.

(Por el nivel de delirio del comentario, hago aquí un punto y aparte para recordarles a los que no lo saben, que mi padre bebía. Sigo.)

-No entiendo qué hice mal con vos, no entiendo cómo una hija mía puede ponerse eso. Te falta el sombrero y las botas y te podés ir a presentar para hacer la publicidad de Malboro, a fotografiarte con los caballos al cañón del colorado. Es patético.

¿Qué puedo decirles...? Los años pasaron, muchos, muchos, muchos. Y cuando me acuerdo de esto me sigo quedando muda.
Como buena ex-psicoanalizada, vuelvo al inicio de la conversación y los hechos para intentar entenderlos:
Entonces recuerdo que él me dijo:

-¿Qué hacés con eso puesto..?

Estuvo claro desde el principio. No quería una hija que lo cuestionara, sólo quería que me quitara los pantalones.

dilluns, de maig 29, 2006

Jaque mate


O cómo avanzar veintisiete casilleros en el juego.


Escucho mientras tanto: El sonido de la impresora a mi lado.

dilluns, de maig 22, 2006

No vendran mas angeles en nuestra ayuda, solo estamos nosotros dos.


Es que tal vez (ahora pensándolo) nunca los hubo.



Escucho mientras tanto: Rufus Rufus Rufus todo Rufus W. Sin parar, sin tregua, sin casi más lágrimas, sin nadie más.

dijous, de maig 11, 2006

Soy la rabia


Colombiana, ecuatoriana. Murciana en el Nitsa, catalana en Madrid. Boliviana en Argentina y argentina en París. Soy peruana,  de República Dominicana, mexicana y hondureña limpiando pisos en cualquier lado, ponele en Nueva York. Indú, sudanesa y paraguaya. Negra en Missisipi, negra siempre, gitana, judía, mora y pakistaní. Española y portuguesa en todos y cada uno de tus edificios chics. Chilena, uruguaya, venezolana, brasileña de Guatemala. Villera en Puerto Madero y Banlieusard en Saint Germain. Mapuche. Toba. Toledana en la oficina de Monsieur D. Soy de Puerto Rico. Costarricense, cubana. Soy el dolor y la rabia, soy el dolor, soy la rabia.

dilluns, de maig 08, 2006

Agotada y contenta



Tres días geniales, no paro de cantar y bailar.

Escucho: " Penny & Jack" THE ESSEX GREEN
genial genial genial

Otra cosa (dos): Mi amiga A. se casa y me robaron el móvi. Me encanta, tendré que comprame un vestido para estar guapa el día de la boda y no podré comunicarme con nadie.

En la tele de fondo, y sin sonido: Tringtignat en BTV. Una noche con Maud. Ella es Maud.

diumenge, de maig 07, 2006

Planeo los universos

Mientras me decido a escribir escucho (y canto sobre todo): Sau en vivo
"Nomès ho faig per tuuuu"
pero no todo sino a partir del minuto 3.06 "nomès ho faig per tu, que me escoltas callada en silenciiii (callada lo canto con la "ll" argentina, es a dir: "cayada")
"Nomès ho faig per tuuuu, ara que estas aqui al meu devant, nomès ho faig per tu".

Alguien dijo por ahí que estaba vaga y no escribía. No estoy vaga, sólo cansada.......

diumenge, d’abril 30, 2006

Paris



Escucho: Nunca te he visto (La buena vida)

.... quiero desafinar así...;-)
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dissabte, d’abril 22, 2006

Mi papá, los pobres y las lentejas de mi abuela



La primera vez que escuché la palabra “pobre” tenía cuatro años y estaba mirando un noticiero por televisión. Así de entrada, me pregunto qué estaba haciendo yo a los cuatro años mirando un noticiero en lugar de dibujos animados, pero en fin, ese es otro tema. A lo que vamos. Yo estaba tirada en la alfombra y escuché “bla bla bla….los pobres…bla bla bla bla”. No recuerdo nada más, sólo recuerdo, como si hubiera pasado recién, que escuché eso y que no sabía qué era.

-Papi ¿Qué son los pobres…?
(Silencio. Mi abuela mira a mi padre y sale de escena rápidamente “porque la mucama la llamaba.”)

- Los pobres son gente que no tienen plata. No tienen nada, ni para comer.

Quince minutos más tarde, todos estábamos sentados en la mesa. “Todos” éramos mi padre, mi abuelo, mi abuela, mi hermano y yo. Mi madre vaya uno a saber por dónde andaba, es probable que en algún universo lisérgico.
Pero sigamos con la escena: Mi abuela hizo sonar la campanita y dos segundos más tarde apareció con una enorme bandeja María, “la sirvienta”. Todavía no puedo creer como mi abuela, tan divina, podía a veces usar esa palabra terrible para hablar de ella.

María dejó todo en la mesa y se fué. Plato del día: lentejas, algo que yo nunca había comido. Miré con desconfianza, revolví, probé un poquito y se ve que no, que no me gustaba.
Al principio todo fue bastante relajado, mi abuela insistía, mi padre también…pero yo nada, no había caso. Entonces puso su cara y su voz más seria y me dijo:

-Ya está bien de jugar con el tenedor, comé.
-No me gusta.
-No importa, lo comés.
-No quiero (En ese momento miré a mi abuela, quería saber si podía seguir en mi línea o si ya era hora de parar y comerme las lentejas). Mi abuela por supuesto, no me detuvo.
-Querido, dejala a la nena, no le gusta…
-Mamá vos no te metas.

Se habían formado dos bandos: mi padre por un lado y yo con mi abuela. Tres bandos mejor dicho, el otro lo conformaban mi hermano y mi abuelo que seguían la escena como si se tratara de un espectáculo.
Digo yo, me imagino, ya que estaban sentados en la otra lejana punta de la mesa y no decían ni una palabra mientras comían.

-Agarrás ese tenedor y te lo metés en la boca.

Yo agarré el tenedor, vacío, y mirándolo con absoluta provocación, me lo metí en la boca.

-Basta. Cuento tres y en tres estás comiendo.

(Silencio)

- Empiezo: uno…

(Miro a mi abuela)

-Dos…

(Decido no comer y averiguar las consecuencias)

-¡No me hagas decir tres! ¿Qué hacemos si no lo comés? ¡¿Tirarlo?!

Entonces miré de frente a mi padre y teniendo absoluta conciencia de lo que me podía pasar, le dije:

-No, que no lo tiren, que se lo den de comer a los pobres...

Lo que pasó a continuación fue, desde el punto de vista teatral, espectacular. Lo reconozco. Mi padre estiró el brazo y en un sólo gesto me agarró del brazo y me revoleó por encima de la mesa.
Primero fui a parar a la alfombra persa del salón, la misma en la que estaba tirada antes mirando la tele. Suerte que era bastante mullida, porque de lo contrario habría acabado en el hospital de las contusiones, pero es lo que tienen los ricos, pueden estrellar a sus hijos en el suelo sin problemas, ya que siempre encontrarán una mullida alfombra que los proteja.

Mientras mi abuela gritaba “¡dejala, pobrecita!” y mi hermano y mi abuelo seguían comiendo, yo por adentro me moría de risa. Escuchaba las cosas que me decía mientras sin ninguna convicción intentaba pegarme, y de verdad me daba risa.
Jamás me había pegado y, pobre, no le salía.
Sé que mencionó a Marx, a los obreros rusos y el fin de las clases sociales. También me dijo que era una burguesa aristocrática y que la vida real no era la vida de mi abuela (hay que decir que en eso tenía razón, ojalá la vida real hubiera sido la vida de mi abuela).

Tengo que reconocer que esto de la violencia no era lo suyo. A mi padre se le daban mucho mejor otras cosas, dos ahora se me están ocurriendo: escapar de dolor de la única manera que podía y soñar. Soñar con hacer realidad cosas que para él nunca llegarían.



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dimecres, d’abril 12, 2006

Esperando me a mí



-¿Y si nos arrepintiéramos..?
-¿De qué?
-¡Hombre! No hace falta entrar en detalles.

Samuel Beckett (Dublin, 13 de abril de 1906 - París, 22 de diciembre de 1989)

dissabte, d’abril 08, 2006

Las pantuflas como tal


Las pantuflas como tal, son como éstas. A veces, cuando estoy rica (cosa que afortunadamente no sucede a menudo) salgo para comprarme algo y que éste algo sea exactamente el algo de mis sueños.
Ya que cada día me he de conformar con lo que me toca sin decidirlo, esos días que les digo salgo oronda con el firme propósito de adquirir el salmón más exquisito, el libro aquel descatalogado, un "au de perfum" y no un "au de cologne", etc. 


Hace unos meses le tocó también a....las pantuflas. Necesitaba sí o sí, comprarme un par de pantuflas. Yo, desde un día que tuve que internar a mi padre casi medio totalmente enfermo y el médico como si nada me pidió que le trajera las pantuflas de casa, como que no. Desde aquella época comprar pantuflas o un piyama es una actividad interdita, no puedo dejar de acordarme de mí corriendo desesperada al Carrefour para que mi padre tuviera lo necesario lo antes posible. 
Porque ese día que les cuento, en tres segundos, parados los tres en el ascensor mi padre, yo y el médico descubrí que el señor este que me había dado la vida no sólo no tenía pantuflas sino casa ni nada, y no era cuestión, que él, tan elegante, tuviera que andar desarrapado los días antes de su muerte. No, no, no. Así que ahí andaba yo por los carrefures, comprando pantuflas y un piyama de lanita, medio de bebé, medio de abuelo, medio de moribundo. 
Cuando llegué con las compras, mi padre se vistió con todo en diez segundos. Nadie en el hospital sospechó que era un piyama recién comprado, lo había elegido tan bien que hasta mi papá pensó que había dormido con él los últimos años de su vida. Nadie lo hubiera pensado, les diría ni yo. Viéndolo vestirse con tanta tranquilidad y rapidez, sin mirar lo que le había llevado, hasta casi consigue hacerme creer que todo era de él y que no había sido yo la que lo había elegido y comprado. 
Me quedé inmóvil mirándolo. Se vistió y no me hizo ningún comentario. A veces dudo si en realidad lo que pasó no es que el mayordomo de casa vino en el coche con la ropa de noche de mi padre, lo saludó con un "Buenos días Don Jorge, ¿necesitará algo más..?". Es que a mi familia en general se le daba muy bien eso. Creer que conservaban tenían cosas que en realidad ya habían perdido.

dimarts, d’abril 04, 2006

Centimetros de mi piel


Como una dama antigüa, como mis bisabuelas en el pasado, puedo sólo mostrarte centímetros de mi piel. Podría conformarme, regodearme en la elegancia de la sonrisa tímida y tras mi sombrilla de encaje, mirarte de frente con picardía bajando los párpados para que vos, al cerrar los ojos, te estremezcas imaginando la sensación de mis pestañas rozándote el ombligo...

Pero es que no. Me vas a perdonar, pero resulta que soy más carnal. Y no más carnal con este estilo tuyo de puñales y lágrimas. No más carnal con este poner a prueba permananente. No más carnal con estas trampas sin reglas ni previo aviso. Mi carnal es más mejor, como decían siempre mal mis compañeritos de escuela, esos que salían de un barrio, esos que no tenían educación....Más mejor así nomás, puesto sin comillas ni sic entre paréntesis. Mi carnal es más mejor. Espero que no termines de transformarte en la maestra que los corregía, en yo que miraba sin llegar a saber si estaba de acuerdo. Espero. Te quiero más de lo que debería, vos, mi amada infinita, mi amada maculada, yo, que ya no soy más yo sin vos, Barcelona.

diumenge, d’abril 02, 2006

Dos dias perfectos


Tengo que ser justa. Barcelona puede ser terrible....y maravillosa. A veces voy caminando por la calle y me cruzo con alguna persona llorando mientras va para algún lado y me digo: -Uy...dolor en Barcelona. Cuando uno es extranjero, dolor en Barcelona es mucho dolor, dolor seco, insoportable. Pero están los otros, están también los días de felicidad...y bueno ¿Cómo explicarles..?. Es que no, no voy a explicarles. Porque para cada uno es diferente, y entonces sólo les digo eso: fueron dos días espectaculares. De Sol sin mucho calor, de cielos naranjas en mi terraza, de amigos llegando con flores de visita y de improviso...De té con pastelitos indúes y música. Dos días de anécdotas de Londres, de Buenos Aires y la India. De reencuentro con Yves, a quien hacía dos años que no veía. Y también (sobre todo) escribir, escribir y escribir como hacía meses no hacía, descubrirme con ganas imparables y.....lo que les dije: dos días de ......lujo iba a poner, pero es que no, no me gusta esa palabra. ¿Porque el lujo qué es? un asco, y éstos dos días fueron como les dije, incomparables.

dijous, de març 30, 2006

La niña impetuosa que lo quiere todo



La niña impetuosa, activa, que quiere aprovecharlo todo, vivirlo todo, estudiarlo todo. Que quiere ser músico y actriz y deportista. Que quiere ser elegante e intelectual, y se afana por lograr la perfección en todo. Suele ser realmente atractiva, realmente inteligente; pero no será feliz, ni hará feliz a los que vivan con ella.
(Carmen Werner, "Convivencia Social", curso 3º, libro editado por la Sección Femenina, 1955.)

dimarts, de març 28, 2006

Crueldades intolerables


Caty nunca consiguió ver el final de Dogville. Mejor, es terrible.
El día anterior me preguntaba si la solución era escapar, huir de Dogville. Ella me contestaba que...ahora no me acuerdo de lo que me contestaba pero me decía "nunca llegué a ver el final de la película".
Sonrisas en el auditorio.
Los que hayan conseguido llegar hasta el final saben a qué me refiero: después de una caravana de crueldades intolerables, Grace, la protagonista, agarra una ametralladora y los mata a todos.
Pensé en contestarle pero ese día quemaban coches en las calles de París y en los diarios de Argentina y Barcelona aparecían otra lista de desastres. Escribí entonces sobre mi rechazo absoluto de la violencia con una foto de Paul, el amor de mi amiga M., que viaja por el mundo en bicicleta pidiendo la anulación de la deuda de los países pobres.
También sobre mi creencia absoluta en la fuerza de la gente junta.
Ya sé, ya sé. La cuestión no es tan simple, ni tan suave. Sé que esta afirmación diaria respecto de la Paz (así, con mayúscula) es una desesperación por... exactamente es eso. Mi afirmación diaria respecto de la Paz es una desesperación. Una desesperación violenta.

Querida Caty: Mejor que no lo viste, no importa, es muy triste. No lo veas.

divendres, de març 24, 2006

Cambios

Esta foto que ven tiene un año. Apenas un año y es increíble cómo cambian las cosas. Las cosas importantes y las cosas tontas..mmmsé, no hay ningún dato porque este es un mensaje para mí misma, y aunque lo publique, muy privado. No es una clave ni nada parecido, es sólo un mensaje para mí misma, para leerlo yo y recordarme cosas. La melancolie ça continue mais il a des petites rayons que se asoman por mi ventana.

dimarts, de març 21, 2006

¿Huir de Dogville..?



Divina paciencia. Paciencia de sabios, paciencia de madre. Paciencia infinita. Hoy no me alcanza el Sol, ni esta luz que entra como vos por la ventana. No me alcanza. ¿Cómo no pensar que todo lo que pasa son señales? ¿Cómo no?. No importa qué, yo sé, los tres, todos lo sabemos. Una vez, y otra, y dos, y seis, y diez más. ¿Resistir? ¿Aguantar? No necesito buscar sinónimos en el diccionario. ¿Sostener? ¿Soportar? ¿Porqué? ¿Porqué? Dis-moi.

dilluns, de març 20, 2006


Me toca aborrecer la violencia, me toca y lo hago y no por obediencia a lo que me corresponde por generación sino por una convicción absoluta.
Aborrezco la violencia, todas las violencias que no enumero para no insultarles la inteligencia. Creo, y creo que es imprescindible, en la fuerza de la gente. Hablo de lo que tengo cerca, y esto que pasa en Francia es importante. Me gustaría tener una foto de alguna maestra del Chaco, en Argentina, o en Santa Cruz de la Sierra en Bolivia o en Paraguay o en alguna ciudad chiquita de Perú o de Ecuador o de Colombia, o algún rincón de Latinoamérica. Una maestra que esté enseñando a leer, a dibujar o a escribir. No tengo.

Pero tengo una foto de Paul, que tampoco es en Latinoamérica sino en Africa, y no es de un aula sino de una nena con cara de Sol. Sí, es verdad lo que me dicen, estoy un poco triste. Tout se complique...c'est dure.

dijous, de març 16, 2006

Ventanas para suicidarse, ventanas para mirar la Luna

A no confundirse, no es que no entienda a mi abuela. De haber sido constructora, o arquitecta, yo también hubiera prohibido las ventanas. O mejor dicho, antes de ofrecer una casa a una persona, lo hubiera hecho pasar, necesariamente, por un riguroso cuestionario. El Proust me hubiera servido, así como lo ven, da mucho de sí. El futuro comprador o inquilino debería contestar este cuestionario y recién ahí uno estaría en condiciones de saber si esa persona está emocionalmente preparada para vivir en una casa con ventanas. Es verdad que hay gente que engaña, mi hermano, por citarles un ejemplo, una vez alquiló una casa que en teoría, y según mis análisis incertificados, le estaba absolutamente prohibida. Un piso en un sexto (o séptimo u octavo) piso en un edificio de lo más triste en un barrio de lo más desolador en una ciudad de lo más desquiciante en un país de lo más rellenear con lo que corresponda.

Así y todo, sobrevivió. Pudo pasar por la ventana y sólo abrirla para que entre el Sol. Como ven, todo falla.

dimarts, de març 14, 2006

Tarde por el Sol

Tarde, lo sé, lo siento. Es decir tarde para temprano, no como el domingo que era (ese día sí) tarde para tarde, tarde para cualquier cosa. Tan tarde que ya otro día. Es que entiéndanme, que una sea de invierno no quiere decir que no le guste el calor (estaba hablando de un calor específico: el térmico) (¿hay otro?), pero ahora que lo escribo (y pienso en ustedes que lo leen) se me ocurren otro tipos de calores, porque yo (Santa mujer) escribo calor y sólo pienso en el del verano (pobrecita) (¿pobrecita?) No como ustedes que lee "calor" y se le ocurren otros varios de ellos, el térmico (¡que no hay otro!) pero el calor en el sentido, enfin, en ese sentido que están pensando.

A lo que iba: que estoy aquí, tarde, porque me quedé tomando un té frío al sol. Dirán haciendo qué, digo qué más además de tomar el té. Pues lo que se vé en la foto y además (sobre todo) disfrutando que a partir de mañana no lo podré hacer: estreno trabajo nuevo.

Lo sé, lo sé, gracias anticipadas.

dilluns, de març 13, 2006

diumenge, de març 12, 2006

Vengo de aqui

La Pianista. La Plata.


Que tal. Tarde hoy, lo sé. pero es que han pasado un montón de cosas. El reencuentro con mi amiga Eglé, el cumpleaños suspendido de Santino, el mail de Raquel. Imposible. Para colmo Maxi, en un arrebato al verme tan desconcertada por los acontecimientos del día, me mira alegre y me propone:

-Miremos una peli, olvidémonos de todo, olvidémonos.
-Qué bien, es verdad- dije yo- comamos alfajores argentinos y àla, acabemos con el dolor!

¿Saben que película era?

LA PIANISTA.

No comments. Y ahora sí marcho. A leer Lulú, Tobi o Periquita. No puedo seguir con esas imágenes horribles es mi cabeza. Bona nit a tots.

Se preguntarán ustedes qué tiene que ver con ésto el mapa de la ciudad de La Plata, la bella. Pues NADA, era sólo melancolía.

divendres, de març 10, 2006

Tarta de verduras

Vale, depués sigo con lo de las ventanas. Pero ahora les quiero enseñar esta tarta de verduras que hicimos con Victoria. Ella hizo la masa (buenísima) y yo el relleno (idem).

Estaba tan buena como parece.

Las ventanas de mi abuela


Les cuento: Eso que se vé en la foto es la vista que tiene Victoria desde su ventana. ¿No es una maravilla? Es que ya saben...yo y mis ventanas...Desde que mi abuela me llevaba al balcón de su casa para señalarme en los edificios de enfrente las ventanas desde las que se habían tirado sus amigas, tengo una fijación. No por tirarme, porsupuesto, sino por las ventanas en sí. Ahora que soy mayorcita, sé que esas cosas marcan.
El ritual de mi abuela era el siguiente: Salir al balcón cada día a mirar (a mirar por la ventana, estuve a punto de escribir, pero si salía al balcón medio difícil mirar por la ventana, no?) A lo que iba, salía al balcón y yo, como abducida por una magnética energía, salía atrás de ella.
-¿Ves esa ventana...? -decía-
A lo que yo, si mal no recuerdo, no contestaba. Aunque la veía perfectamente, porsupuesto.

Tengo un poco de frío, sigo luego.

dijous, de març 09, 2006

Amparo



Nos conocimos en París hace seis años, en las clases de francés de Madame Thomas de Sainte Marguerite. Todavía no sabíamos que se llamaba Pauline, ni que había estado casada durante años con un escritor venezolano. A mí me encantaba su manera de andar, su rodete canoso, peinado impecable. Nos hacía estudiar un poema de memoria en cada clase. Todavía recuerdo "Barbara" de Jacques Prèvert:

Barbara...il pleuveut sans cesse sur Brest ce jour là...

et tu marches suriante, èpanuie...

No quiero recordar. Necesité seis años y varios viajes para conseguir ser feliz allí. A la gente le gusta pensar en París. La gente escucha París y piensa en amantes, paseos y felicidad. Pero yo no conseguía dejar de llorar. Llorar, llorar y no parar. Las botas mojadas por la lluvia, las medias empapadas y frías, el pelo enredado en la nuca poque cuando me lo lavaba tenía que hacerlo tan rápido que no me lo podía desenredar.
Viví en una habitación ínfima (sólo entraba una cama, una hornalla y una caja) y sin baño. Todavía puedo sentir el dolor en la nuca, como una espada clavada hasta la garganta cada vez que bajaba la cabeza para ponerla bajo el chorro de agua helada.