diumenge, de desembre 17, 2006

Conocía su trabajo pero no sabía qué cara tenía. Meses después de escucharlo apareció su foto en la contraportada de un periódico. A pesar que no se lo distinguía bien, tuve una cierta impresión, una electricidad en el cuerpo, algo. Después me olvidé, inmediatamente.

Me enferma escuchar a la gente buscar, y según ellos encontrar, parecidos entre las celebridades y la gente de su entorno. ¿Has visto tal..? Pues es igual a equis,
-Es muy guapo, igual a Eme. Un estilo muy Hache, muy Zeta, muy lo que sea. Además de snob y estúpido, me parece irreal. NUNCA he conseguido ver parecidos entre, Miguel, por mencionarles a alguien y.....la estrella de Hollywood a la que se supone que se parece. No hay caso, por más que lo intento creo que cada persona es irreproducible, y que las cosas van mucho más allá de la similitud en lo físico. Será un limitación ocular, tara mía, será lo que será. Pero lo concreto es que nunca, ni en mi más tierna infancia, he conseguido encontrar estos supuestos parecidos.
Este año en París, mis limitaciones ya no oculares sino emocionales, me llevaron a pasar más tiempo delante del televisor que yendo a fiestas. Plena rentrèe, en cada uno de los programas aparecían escritores que promocionaban sus libros, directores de cine hablando de su película y....músicos presentando sus discos.
Mira quete mira, una noche aparece con sus dos ojos y sus muletas en el plató del programa más visto: él. Enmudecí. ¡¿Que qué?! ¿Qué hace él AHÍ? Les explico mínimo: Spike Jonze, por citarles un ejemplo, hubiera podido ir, o a ver.... miles. Ya sabemos que lo de alternativo es todo un truco, y que TODOS mueren por ir a la tele (lasventas, hoyendianosepuedesinella, notepuedescerrarlaspuertas, ETCETERA.) Pero...¿él?.
Fabien, el mejor slammer que existe y conocido como Grand Corps Malade (gran cuerpo enfermo, en francés), banlieusard de alta monta y, aún siendo blanco y de ojos azules, respetado a morir dentro del ambiente: es muy bueno actuando y es muy bueno escribiendo. Es muy bueno.

Sentada en la cama de mi rincón de la rue des petites champs, con un pedazo de pan en la mano y esperándola a ELLA, que no vendría, tuve de pronto un cachetazo. ¿Cuándo dóndequien quepasadónde ay averdóndequienes enquienpiensoquienmeacuerdo quien quienquienquien?

Él.

¿Dónde estás? ¿Por dónde andarás? Me escuché un “es él”: es IGUAL. La manera de mirar, de sonreír, de estar serio, la manera de hablar. Grand Corps Malade era igual a quien tengo perdido de vista después de haberlo amado tanto.
Después de haber estado al lado de su cama rezando para que no se muera.....besando sólo las sábanas porque el sólo contacto de una mano en la piel te hacía retorcer de dolor. Porque por primera vez la muerte no estaba cerca sino que estaba la muerte. Porque cómo un amor puede ser tanto amor y no ser el único. Porque teníamos quince años y nos hicimos viejos en dos meses. Porque me costaba volver a la habitación y hacer como que no era tan grave cuando en todo el hospital era la novia del chico que se moría. Porque no entendía nada y no sabía cómo. Porque sólo podía estar recostada a tu lado sin tocarte y llorar mientras intentaba adivinar si estabas muerto o dormido, y mentirte cuando me preguntabas si la habitación no olía a quien sabe qué cosa tremenda y extraña que tal vez era el olor de la muerte que no se decidía. Y estabas amarillo, y estabas feo, y estabas enfermo. Y fueron tus ojos, tan tan hermosos los únicos que sobrevivieron esos días. Aprendí entonces a entrar en la habitación y no mirar nada más sólo tus ojos, abandoné mis otros sentidos para no sufrir viendo como todo tu gran cuerpo enfermo extendido en la cama blanca estaba cada día más roto y más lejos.

Y al final todo pasó. Y pasó el tiempo.

Continuaste siendo un gran músico y, si no recuerdo mal, un año después sabías tocar todos los instrumentos. Y me seguiste escribiendo canciones, y composiciones de piano que grababas en cassettes y me mandabas por correo. El final de la historia lo tengo borroso, nos separamos después de un tiempo y nuestras vidas siguieron por caminos diferentes.

Pasaron años, él se casó y yo también, si nos cruzábamos por la calle nos saludábamos con una sonrisa, una vida amable de pequeña ciudad.
Una día dejamos el saludo de cortesía y fuimos a charlar a un bar: de nuestras vidas, del tiempo que pasaba, del cómo iba todo. Después de tres cafés, anécdotas varias y muchas risas empezamos a hablar de nosotros y del porqué habíamos roto, primero contó él, después conté yo..
Esa una tarde de otoño, en una mesa de un bar cualquiera. Creo que le rompí el corazón.