Desde siempre las cosas que me han rodeado eran bastante incomprensibles para mi niña cabeza, pero un día descubrí que las palabras venían de algún lado y que éstas querían decir cosas. Esto constituyó para mí la más auténtica verdad revelada. Atrás quedaban mis días intentando entender los porqués y los procedimientos, alguien velaba por mí y existía la manera de saber sin varias interpretaciones, al fin entendía porqué pan se escribía “pan” y no rascacielos.
Fue así , que a los cuatro años, descubrí la etimología, ciencia que maravilló mi corazón y arrulló mi alma.
En la época en que todavía no estaban muy de moda los relojes digitales, recuerdo que preguntaba:
-¿Qué hora es?
-Van a ser las cinco.
-Pero ahora... ¿qué hora es?
-Van a ser las cinco.
-Sí, sí, pero ahora, en este momento: ¿qué hora es exactamente?
-¡Basta! No “es” ninguna hora: van a ser las cinco.
Todo estaba por ser, nada era nunca.