Caminaba en la multitud intentando descifrar cual era su papel en ese momento.
-Es probable que ninguno- se dijo.
Tal vez esa era la clave de lo que necesitaba: no estar de menos, ni de más. Conseguir sentirse partícula de un núcleo inmenso cuyo trabajo no era otro que dejarse llevar por una perfecta sucesión de características particulares.
Formar parte de un universo donde cada elemento cumplía su función sin plantearse el próximo paso. Como si esa sucesión perfecta tuviera un destino indefectible: el hueco entre sus brazos.
Texto: Georgina Rôo.
Fotografía: G.R.