Repasaba: la transferencia de 400.000 pesos, el permiso de traslado...
Veinticinco medicamentos cuyos prospectos se había prometido no mirar después de desmayarse
en la calle al leer el primero.
Cuatro cajas venidas de no sé donde con el líquido asqueroso. Y carísimo.
El sí de un científico: "- nos ocuparemos," -había dicho- y fue cierto.
O más o menos.
Una cama en el hospital más especializado.
Antes de eso, una, dos, tres, cuatro siete diez veinticuatro mil firmas distintas hasta.
Y lo más complicado: su sí. Aceptar. Aceptar cuando por supuesto era tarde.
La secretaria en la oficina de ingresos: "-Felicidades ¿lo ves? Ya está, lo tienes todo.
No hay siquiera que esperar a mañana."
Y en el ascensor el médico, otra vez: "- Lo conseguiste, felicidades. No bien puedas te vas
a tu casa, y le traes las pantuflas y el pijama."
¿Pero qué pijama..?
¿qué pantuflas? ¿qué casa?