dijous, de març 27, 2008

"En la vereda de la calle de Zubayr, delante de la entrada del Hotel de los Solitarios, casi todos los días hay una mendiga. Aunque la palabra mendiga no sea exactamente, en mi idioma, la adecuada que refleje ese compromiso entre pobreza y altivez.
Es probable que en tiempos remotos, cuando el cristianismo era aún una filosofía viva, es decir, subversiva, la razón de ser de la caridad fuera ésto que no nombra ninguna palabra contemporánea: una magnífica debilidad.
Así que esta mujer no pide limosna, ni siquiera adorna el rostro con una expresión que inspire lástima. Al contrario, pocas veces he visto una belleza más sosegada. Porque es hermosa, y los oscuros labios sonríen en el óvalo de un rostro algo más claro que enmarca un pañuelo verde. Es una reina de Saba paralítica. Está sentada, con las piernas muertas dobladas bajo el cuerpo, en una silla de ruedas hecha con tubos soldados puestos encima de una rueda de bicicleta. Incluso su postura es grácil, pictórica.
No tiende la mano, ni siquiera a los huéspedes blancos del hotel: pienso que antes preferiría morirse. Los mira con ojos serios y dulces: y esa mirada despierta en algunos una bondad enterrada, cierta sensación de que pertencen a la raza humana. Debe pensar (o, al menos, eso es lo que su actitud y su mirada llevan a imaginar) que en la medida que les quede algo dentro que trascienda la mera individualidad y los incluya en una comunidad filosófica, reconocerán en ella la admirable ruina que vive dentro de ellos."


"Sur le trottoir de la rue Zubayr, devant l'entrée de l'hotel des Solitaires, se tient, presque chaque jour, une mendiante. Mendiante, d'ailleurs, n'est certainement pas, dans ma langue, qui signifie ce compromis de malheur et de hauteur.
Il est probable qu'en des temps très reculés, où le christianisme était encore une philosophie vivante, c'est à dire subversive, la charité s'adressait à cela, que ne désigne plus aucun vocable contemporain: une faiblesse magnifica. Cette femme, donc, ne medie pas, ni même ne pare son visage d'une expression pitoyable. Au contraire, j'ai rarement vu beauté plus apaisée. Car elle est très belle, ses lèvres noircies surient dans l'ovale d'une visage plus claire que serre un fichu vert. C'est une reine de Saba paralytique. Elle est assise, ses jambes mortes repliées sous elle, devant une chaise roulante faite de tuyaux soudés montés sur des roues de vélo. Sa pose même gracieuse, picturale. Elle ne tend pas la main, même aux pensionnaires blancs de l'hotel: je pense qu'elle préférerait mourir. Elle les regarde très gravement, doucement: et cela, à quelques-uns, rappelle quelque bonté enfouie, quelque sentiment d'appartenir à l'espèce humaine. Elle doit penser (c'est, du moins, ce que son attitude, son regard laissent imaginer) que s'il est en eux une part qui dépase leur individu, les fait appartenir à une communauté philosophique, ils reconnaîtront en elle la ruine admirable qui les habite."


Texto: Fragmento de la novela Méroé, de Olivier Rolin.
En la Foto: PJ Harvey (Imágenes Google).

pd: Olivier Rolin es uno de mis escritores vivos favoritos. Es otro de los hombres, que como El Roto, considero imprescindibles para que exista la posibilidad que este repugnante y a la vez magnífico mundo sea mejor. Siento pudor de hablar de él, pero no puedo evitar, al menos, decirles que atrapen todos y cada uno de los libros que ha escrito, y también, decir que si sólo hubiera escrito este texto (me refiero a este párrafo), por mí ya estaría bien. Considero su trabajo profundo, volador, serio, revelador y no digo admirable porque, con seguridad, lo enfadaría a morir este adjetivo.