A no confundirse, no es que no entienda a mi abuela. De haber sido constructora, o arquitecta, yo también hubiera prohibido las ventanas. O mejor dicho, antes de ofrecer una casa a una persona, lo hubiera hecho pasar, necesariamente, por un riguroso cuestionario. El Proust me hubiera servido, así como lo ven, da mucho de sí. El futuro comprador o inquilino debería contestar este cuestionario y recién ahí uno estaría en condiciones de saber si esa persona está emocionalmente preparada para vivir en una casa con ventanas. Es verdad que hay gente que engaña, mi hermano, por citarles un ejemplo, una vez alquiló una casa que en teoría, y según mis análisis incertificados, le estaba absolutamente prohibida. Un piso en un sexto (o séptimo u octavo) piso en un edificio de lo más triste en un barrio de lo más desolador en una ciudad de lo más desquiciante en un país de lo más rellenear con lo que corresponda.
Así y todo, sobrevivió. Pudo pasar por la ventana y sólo abrirla para que entre el Sol. Como ven, todo falla.