dissabte, d’octubre 14, 2006

Arquitecturas no efímeras

No planos medios. No planos generales. No fijaré mis ojos en el todo, sólo en los detalles que documentalicen lo que va a estar pasando. Tampoco altos registros de sensibilidad que me permitan sutilizar la luz. Y no haré trampas: nada de veinte carretes de fotos, sólo uno con doce imágenes.

Nos imponen trabajar la densidad, la horrible densidad. Pues usaré el horrible flash. Alta densidad, entonces alta claridad. El flash, un destello que iguala a todos y a todo; a la madera y al hierro, a las pupilas de los ojos y al color de los vinos.

El andamio
Estaremos arriba, iremos a ver qué pasa abajo. Y he fijado una meta: rescatar, en medio de la vorágine que será todo, el instante y lo ínfimo. La mancha roja en su cuello de hombre, las flores celestes en la camisa de ella que intenta conquistarlo. El vaso de vino entre los dos que no sé si los junta, los separa o ya no es nada. demasiada música, demasiada noche, demasiada gente junta. Cuesta concentrarse en trabajar.
Retomo las consignas, vuelvo a pensar en el registro...trabajar la densidad, el espacio, el tiempo limitado. Nos quedan cincuenta minutos, una hora máximo y me siento Cenicienta sin su zapato. Una Cenicienta sin zapato pero con cámara de fotos, intentando cumplir toso los ítems...algunos tan absurdos que harían a mi padre revolverse en la tumba. Tranquila, me digo, voy a encontrar la manera que ésto cobre sentido...Barcelona de la modernidad, extrema exquisita, la más absoluta, no hay más. No hay más "in" para ellos...para mí no hay más "out". Así y todo, sin embargo estoy acá. Formando parte, in-formando, de-formando...de-formándo-me, deformándome, formándome. Porsupuesto.

Los hombres de la basura
Todo será perfecto. Me dicen que la hora de recogida con caminones es la exacta en la que, suponemos, el evento se encontrará en su punto más alto. Ahí estarán ellos como reyes en carroza entrando a la ciudad en caravana. El camión de la basura como una imagen de tanque de guerra aplastándonos en nuestra imbecilidad, en nuestra inocencia, en nuestra impotencia. Sergio y Tiago se quedan controlando a la gente que entra al refugio. Bajo el andamio, estoy alerta. Me interesa ver la cara de los invitados cuendo entre el camión. Entra entonces. Algunos se ríen, impecables con su ropa de sábado. Escucho comentarios:
-peeero..! ésto lo tendrían que haber previsto..! haber arreglado que no pasen, haberlos desviado...!
Para nosotros no podría ser más perfecto.


Lo poético y lo operativo
Todo marcha de película pero no puedo continuar con la mía: la voz de Tiago desde el andamio me grita que falta hielo. Mento a los dioses. ¿Que falta hielo? pues lo siento, estoy trabajando, no puedo, imposible. No puedo ocuparme de esas terrenalidades...¿no hay por ahí alguna persona de esas, digo, usted me entiende....esas que recojen la basura, que limpian lo sucio o que ...van a buscar hielo...?
Pienso en eso mientras desaforada corro por Doctor Dou intentando interceptar a la furgoneta que reparte hielo por los bares del Raval. Grito, corro, me exalto, no la alcanzo. Bendito sea Dios, la veo detenerse en el Iposa. Rodilla en tierra y billete en mano le ruego, le pido, le suplico que me venda, me preste o me regale unas bolsas.

Vuelvo al denso paraíso. Lo miro de lejos y me gusta. Me congelo los brazos con las bolsas conseguidas. Sergio y Tiago siguen repartiendo copas, me miran y me sonríen desde arriba. Las bolsas me congelan el pecho y la más superficial superficie de mi cuerpo...por dentro estoy enorme, sonriente, iluminada. Estar aquí, así, en esta parte de la ciudad, en este momento de la ciudad. Mientras las piedras se transforman, mientras el hierro de los andamios nos sostiene. Mientras nos juntamos sabiéndonos todos distintos. Porque uno el el vidrio, otro el cemento, la tierra, otro el hierro. La manos que los une, los ojos que lo piensan. Los pies que buscam, la espalda que se asienta.
Y todo se construye, mientras el aire nos sostiene. Mientras intentamos salvarnos del infierno, mientras escribimos cómo huir del peligro y escaparnos de una vez y para siempre de los antiguos dolores y de todos nuestros pecados.



Escucho a mi lado: reír en árabe.